martes, 7 de octubre de 2008

EXPERIENCIA PERSONAL QUE A NADIE IMPORTA

          Desde 1987 y hasta 2003 tuve una amiga brillante. Me ofreció su amistad hasta que no pudo más. Para entonces, la impasable diferencia cultural entre nosotros (ella venía de terminar con honores otra maestría en Japón), ya había minado nuestra competencia lingüística.
          Cuando otros decían "yo pienso de que...", ella espetaba contundencias como las que siguen, cuya verdad alcanzaba yo algunos años después:


  • La inteligencia no es ni sexy ni rentable.


  • Los jueces actúan corporativamente.


  • El Derecho es un efecto del lenguaje.


  • Aquí estoy, debatiéndome en la medianía.


  • El amor no existe. En último término, si el amor es lo que todos dicen que es, no es algo bueno.


  • Es muy difícil ser hija de un alcohólico. La vergüenza que siente el hijo del alcohólico es intransmisible. Bueno, como cualquier vergüenza, pero ésta se entiende menos.


  • La amistad debe ser incondicional.


  • No hay que divertirse, hay que alegrarse. Esto es esencial, aunque se lo haya escuchado a una monja.

          De las personas que me rodeaban decía, por ejemplo: "Éste es... cosmopolita. ¿Por qué no lo invitás? Qué lindo que es" o "Una sola vez le escuché la voz, cuando atendí tu teléfono. Es un miserable". Con el tiempo, los cosmopolitas se manifestaban realmente cosmopolitas, y los miserables se revelaban como los más adheridos al devenir material, mediocres mercenarios de la ganancia inmediata e intrascendente, pero bien ligada a su proyecto mórbido.

          La vi despreciar a sus padres y reverenciar a los animales; llorar por la canción desarrapada de una vieja enferma de la mente y vituperar a los pequeños propietarios (a un panadero le pidió que "delante de mí y de mis amigos destruya esta torta en mal estado que me vendió").

           Entonces no me parecía tan previsible el hecho de que a todas mis relaciones cayera mal. Muy orondos, creían concluir que no era tan inteligente, que en realidad estaba caliente conmigo.

          En los primeros '90s le preguntó a Omar Viola -que me había aceptado como un trailer de clase media necesario para verla- qué sería "lo parakultural" en el futuro. Viola respondió "la familia"; yo no agarré ni la mitad, y a ella le tomó una risa incontenible. Dos o tres años después, cuando todas las propagandas presentaban padres e hijos, torsos desnudos de madres levantando bebés recién cambiados de pañales y místicas de diversos tonos descerrajadas por actores de primera para abajo, me dijo "¿ahora entendés?"

          Me esperó las seis horas que duró el final escrito de derecho administrativo, en 1990. Imperdonablemente, le dije que estaba cansado y pegué la vuelta.

          Se lo cobró trece años más tarde. Ya devaluado, mi amistad no interesaba a nadie. Entonces, reflejo de mi padre, un cumpleaños me enfrentó con un líder carismático encargado de despreciarme. El muchacho tenía contactos políticos; compañero en su primera maestría, en pocos meses la llevó a la dirección de una compleja repartición ejecutiva, con un sueldo astronómico. Me despreció tanto que el día siguiente tuve que resolver el asunto para siempre, mal que pesara a mi pequeñez.

          Y bueno, ahora estas líneas que tampoco a nadie importan.

1 comentario:

Anónimo dijo...

fue la persona que me mencionó como yegua rayada ,quien colaboró en nuestra separación. Sin conocerme me juzgó, y logró separarme del único hombre que amé en mi vida. Gracias a éste ser humano increíble, que en su rostro refleja , resentimiento,amargura, frustración , teniendo en cuenta además su frialdad y su fealdad como mujer. Toda una muestra real de la decadencia humana y de su pobreza como PERSONA. Tuvo más importancia su intelectualidad a su sensibilidad, de la cual estoy segura no existe en ella. UN saludo cordial. Y gracias por éste espacio de expresión.