martes, 28 de abril de 2009

SAGA DE INCOMPETENCIAS

Episodio I: La guardia ve los colores

          En el Banco Ciudad de la Avenida Córdoba, un guardián advierte que llevo barba, cabello descuidado y un bolso, y pregunta de mala manera adónde voy.

          -Quiero convertir mi antigua cuenta de sueldos en una caja de ahorro.

          -¿Eh?

          -Que quiero hacer el trámite para que lo que antes era mi cuenta de sueldos sea ahora una caja de ahorro, porque renuncié a mi trabajo.

          -¿Vos la tarjeta magnética la tenés?

          -Sí.

          -Ah, entonces no hay problema. Andá a las cajas, pero antes sacá un número azul -dice, señalando uno de esos aparatos que contienen números de turno, que es de color azul.

          Tomo un número "azul": el 21. En un enorme panel electrónico, que cada morosos cinco minutos pita una alarma de llamado, se muestra el 53, al que corresponde la Caja 1. Es decir, tengo por delante cuarenta y siete personas hasta el 00, y veinte más: setenta y siete personas. Abro mi libro y espero una hora y cuarenta y ocho minutos. Dentro del banco hace un poco menos de calor que en la vereda; Buenos Aires se tropicaliza frente al fervor de la clase media porteña, que adora vacacionar en Brasil.En tanto pasan los tediosos minutos, temo encontrar a alguno de mis antiguos compañeros de trabajo, a los que abandoné en el goce del sueldo y en el martirio de las órdenes tiránicas de los jefes mórbidos; en el jubileo de las vacaciones pagas y en la anulación voluntaria de todas sus virtudes, a excepción de la obediencia.

          -21.

          Una cajera desprovista de todo sentimiento aguarda algún movimiento que le indique por dónde emergerá su molestia. Mientras le explico frunce la nariz y junta las cejas. Me mira como si fuera culpable.

          -Vengo a convertir mi antigua cuenta de sueldos en una caja de ahorro. Hace poco recibí una carta documento en la casa en que vivía, y por deferencia de su actual propietaria me enteré de que...

          -No -interrumpe la mujer. -Acá no es... yo lo que puedo hacer es extraer dinero o depositar dinero en su caja.

          -Pero el señor me indicó que sacara un número azul y que esperara turno en este sector.

          -No, no es acá. Es en el otro mostrador.

          -¿Los turnos del otro mostrador se cuentan con los números "amarillos"?

          -Sí, los amarillos -dijo, y en el panel electrónico chilló la alarma y se iluminó como en un apocalipsis evidentísimo el número 22.

          Tomé un número "amarillo"; esta vez el 99.

          Los turnos "amarillos" eran atendidos por una señorita desde un mostrador y por dos caballeros que invitaban a tomar asiento al cliente frente a su escritorio.

          -¿Por qué número van? -pregunto a uno de los mancebos que se dirigía a algún lugar con una carpeta flexible en la mano.

          -¿Número de qué? -retruca el requerido.

          -Número, el turno por el que van.

          -No sé; fijate en el panel electrónico -sugiere, señalando hacia arriba.

          -Pero el panel no marca los turnos "amarillos".

          -Ya te van a llamar -augura, y marcha hacia detrás de varios archiveros. En tanto, aparece una voz dulcísima:

          -¡Noventa y ocho! -que atiende al sujeto noventa y ocho durante poco menos de noventa y ocho minutos.

          -¡Noventa y nueve! -vocifera con ternura, una vez que el consultante hubo partido, y allí voy, dos horas y cuarto atrasado en mi trámite.

          Pero no tengo trabajo y tengo tiempo.


Episodio II: Trabajo Práctico número 1.000

          La organización conocida como Madres de Plaza de Mayo ha montado en Buenos Aires un centro de estudios al que ha llamado "Universidad Popular", a fin de proponer la construcción de lo que desde la institución se rotula "discurso contrahegemónico". Propicia la dotación de estatus científico a las ideas de oposición. Una de sus absurdas carreras -que otorga una licenciatura- se denomina "Capitalismo y Derechos Humanos", aprobada la cual se obtiene el título de "Licenciado en Capitalismo y Derechos Humanos". Es decir, por ejemplo, "Licenciado en Capitalismo", un disparate.

          Conozco una persona que estudia en aquellos claustros. Encallada en la resolución de una monografía, me invita a que desate el nudo gordiano de la consigna bajo la forma de tres o cuatro párrafos.

          En la Universidad de Madres de Plaza de Mayo no son proclives a la utilización cabal de los signos de puntuación, quizás por razón de que España fomentó el genocidio aborigen en Sudamérica. También son indulgentes con la ortografía de los educandos y con la de quienes elaboran los textos de estudio.

          Luego de tres horas, desentraño en menos de diez párrafos la perversión de un modelo económico que, llevado por lógicos carriles de naturaleza espuria verificada en el origen mismo de su aparición, ha consagrado deductivamente la irrupción del nazismo, al que comparan científicamente con la represión parapolicial argentina de los años '70.

          -Pusiste muchas palabras jurídicas -me reprocha la peticionaria. En seguida me viene a la memoria el hecho de que la carrera se llama, además de capitalismo, derechos humanos

          -Es que soy abogado.

          -Sí, pero no... -lamenta combativamente la muchacha.

          Entonces pienso que quizás cuestione el lenguaje jurídico como una producción intrínsecamente burguesa. Rápidamente se despejan estas elucubraciones:

          -Lo que tiene es que está demasiado perfecto. ¿No lo podrías hacer más "cable a tierra", más "que lo entienda cualquiera"?

          -Pasalo vos a palabras fáciles. Te estás por recibir de licenciada.

          -Sí, no, pero... no sé si podría... Perdón, si no lo querés hacer, no lo hagas.


Episodio III: El chocolatero del Leteo

          Frustrada mi incursión en la nueva ciencia social, el esplendor de un kiosco me sugiere ahogar el resquemor de la "demasiada perfección" en otra más glucosa. El kiosquero, de espaldas a la enrejada puerta de ingreso al local, atiende las opiniones de un comentarista deportivo, cuya cara viruelosa se ha enfocado en primerísimo primer plano.

          -Qué tal -digo tímidamente, pero no escucha. Al cabo de unos segundos me advierte, como se sospecha una mosca.

          -Hola.

          -Quisiera maní con chocolate, por favor.

          -Sabés que no sé si hay... -contesta, pensativo. Con un poco de vergüenza interrumpo sus meditaciones.

          -Bueno, podría llevar unos de esos... los Rocklets.

          -¿Éstos? -dice el kiosquero, señalando otra cosa.

          -No, no, los de la derecha.

          -Ah -deduce, yendo hacia la izquierda.

          -O si no, a ver... ¿ésos son de chocolate? -pregunto, señalando unas simpáticas bolsitas transparentes que guardan grajeas multicolores.

          -Lo que tengo para darte si querés es chocolate con maní -dice, blandiendo un paquete amarillo.

          -No, no, te pregunto por esas grajeas.

          -¿Cuáles?

          -Las que están ahí a tu izquierda.

          -Izquierda... -piensa, mientras va hacia la derecha.

          -No, mirá, al lado de los Rocklets.

          -A ver... -entonces levanta uno de los paquetes a la luz. -Creo que sí, deben ser de chocolate.

          -Entonces lo llevo... ¿cuánto es?

          -Esperá que me fijo -dice amablemente. Revuelve el paquete, que no lleva ninguna señal de precio. Busca entre los dos o tres que lo acompañaban, pero tampoco.

          -No, importa, está bien...

          -Y serán dos pesos... Dos pesos.

          Le entrego el billete, dice "gracias" y vuelve a darme la espalda, esta vez para recibir con desazón la sugerencia de comprar un masajeador para fortalecer los abdominales.

          Muerdo los confites. No son de chocolate, son de caramelo.

miércoles, 22 de abril de 2009

IMÁGENES DE UNA MAÑANA EN EL COLEGIO DE ABOGADOS


  • De las numerosas ventanillas de atención al público (abogados), sólo una corresponde a un servicio gratuito: el de la recepción y entrega de sobres de profesional a profesional. Los beneficiarios deben tener su matrícula al día; de otro modo, la organización no prestará el servicio.

  • A las doce del mediodía, la fila más numerosa de gente que espera ser atendida es la de las Cajas. Como en ninguna otra oficina de la ciudad, todas las ventanillas de este sector cuentan con un cajero dispuesto y ágil.

  • En el interior del inmueble existe un banco.

  • Muchos carteles anuncian, con letras rojas, el vencimiento del pago de la matrícula anual, $ 250.

  • Muchos otros carteles reivindican la desaparición de un organismo de recaudación previsional abogadil, al que no hay que pagarle un solo peso más.

  • Una escasa oferta de cursos y charlas de opinión jurídica irrelevante, de no más de dos horas de duración, a cargo de uno o dos expositores.

  • Voy de camisa blanca percudida y chaleco de lana, un pantalón viejo y zapatos algo gastados. Llevo el cabello más largo y descuidado que el resto, y la barba mal cortada. Al acercarme a la ventanilla correspondiente al trámite que debo realizar, la empleada pregunta con desgano "Sí, ¿qué querés?" Le informo que vengo a renovar mi matrícula profesional. Al finalizar la consulta, me despide: "Muy bien, Doctor, muchas gracias". "Gracias a vos, adiós", le contesto; y ella responde: "Por nada, Doctor, que tenga buen día".

  • Reina la limpieza y abundan los custodios pertenecientes a un servicio privado de seguridad.

  • Una mujer bizca, presumiblemente abogada, encabeza la fila de espera frente a uno de los tres ascensores modernísimos. Lleva a su hijo pequeño en un carrito. Al llegar el ascensor, realiza un movimiento lento para ingresar (quizás a fin de destrabar las ruedas del carro). Esta demora provoca el apuro reivindicatorio de una abogada vestida con muchos atributos, quien pretende ganar el lugar de la madre que entiende paralizada por su incapacidad innata, y que le hace perder tiempo. Al advertir el coche del bebé, da media vuelta y se marcha, avergonzada. La mujer ingresa al ascensor y luego lo hago yo. Antes de llegar al "Entrepiso", donde bajaría, me dice, mirándome con sus ojos bizcos: "Yo paré, pero la vi tan displacente que no sé qué iba a hacer de su vida". Sonriendo, me alegro de que abandone el ascensor, ella y su niño, toscamente arrastrados hacia el buffet de la institución.

  • La escalera de ingreso está colmada de profesionales que hablan por celular o toman algunos segundos para saludarse. Cuesta llegar a la vereda. Hacia la derecha hay una rampa de acceso para discapacitados, de unos dos metros y medio de longitud, que está despejada. Nadie la usa.

  • En el baño de caballeros, los retretes están todos ocupados.

miércoles, 15 de abril de 2009

CLARÍN Y OTRO CASO DE FALTA DE CONCORDANCIA DE NÚMERO ENTRE SUJETO Y PREDICADO

          En su edición digital de hoy, el desastroso y masivo Clarín postula que "Un sector de estatales bonaerenses paran por 24 horas". VER AQUÍ.

          Éste es el periódico más difundido entre la clase media, que, quizás por eso, está como está.

martes, 14 de abril de 2009

YO, CLAUDI

          Más o menos es así: la tarea de mi padre, que es un psicópata profundo, todavía no ha concluido. Despreció mi inteligencia y minó mi voluntad. Cuando me di cuenta, me fui de todos lados. Mis hermanos no tomaron participación en el asunto, porque en el orden psicopático impuesto por mi padre, ellos obtenían ciertos beneficios relativos (por ejemplo, no ser llamados "enfermos" como yo). Mi madre asume un rol excesivamente pasivo, porque también fue beneficiada: de niña no la quisieron, y mi padre le hace el amor. De niña era pobre, y ahora es de clase media gracias a mi padre. De niña, dice, no le compraban bombachas, y ahora las tiene gracias a mi padre.

          Pero me quedé sin dinero, y ahora debo volver al lugar en donde presumiblemente esté la fuente de sustento, quizás a encontrarme casualmente con aquella pléyade disfuncional. Mi familia no ha cumplido la función que debía cumplir, no me ha protegido. Mi padre me enseñó durante toda la infancia, la adolescencia y la juventud, que yo "no sirvo para nada". Hoy me cuesta todo el décuple que a los demás; amar inclusive. El silencio de los otros miembros de mi familia ha cimentado el estatus con el que fui forjado. Durante mi ausencia, mi padre ha continuado vituperándome frente al resto de los integrantes de la familia, que permanecía callada y aceptando la voz del psicópata.

          Ahora claudico, voy otra vez al muere porque tengo que conseguir dinero para comer. Ojalá me muera en el camino.

martes, 7 de abril de 2009

TEMA DEL INTERLOCUTOR VÁLIDO

          Una de las formas de manifestación más sutiles que demuestran la ausencia del Otro es la falta de un participante en la situación de comunicación que reelabore el mensaje y vuelva a emitir otro con contenido, de modo que esa situación venga a edificarse como un encuentro con el prójimo más que con alguna otra cosa inanimada, indiferente o inútil.

          Precisamente de esto hablaba por teléfono hace unos minutos, en los siguientes términos: "Creo que el psicólogo no es más que un interlocutor válido".

          -¿Eh?

          -Te contaba lo del psicólogo.

          -No, pero no se escucha.

          -Lo del psicólogo.

          -Sí, el psicólogo te va a servir, yo creo que sí...

          -No, pero no te decía eso, te decía que el psicólogo es para mí un interlocutor válido.

          -¿Eh?

          -¿No entendés?

          -Es que CREO que no se escucha.

          -Está bien, hablamos más tarde.

          -Bueeeeno... te llamo, chau.

lunes, 6 de abril de 2009

LA CLASE MEDIA SE MANIFIESTA

          La clase media porteña ha dado en llamar inseguridad a la dificultad en mantener incólume su patrimonio y su integridad física de las acciones de quienes delinquen. No obstante la legítima preocupación, las acciones que por propia iniciativa emprende a fin de combatir la inseguridad constituyen en la práctica una vía de escape para las pretensiones racistas y holísticas que cultiva este estamento, según el cual la pertenencia al segundo escalón social constituye un elemento distintivo antropológico y determinante respecto de los desposeídos o de los que han acumulado menor cantidad de bienes, individuos que son rápidamente incluidos en categorías diferenciales a las cuales desprecian.

          Esta pendiente a la desertificación de la virtud social se ve alentada por una tendencia añeja practicada, por otra parte, por los gobiernos de todas las latitudes -los latinoamericanos mucho más-, quienes ejercen presiones sobre los medios de comunicación a fin de que la mayoría de las noticias de índole política no salga a la luz. En este sentido, la difusión de las actividades de las autoridades constituidas se reduce a escasas novedades respecto de sanciones consumadas de leyes, viajes protocolares, proyectos electorales y sospechas de corrupción de funcionarios de administraciones pretéritas. Esta ausencia de material rimbombante -susceptible de provocar indignaciones mayúsculas- es llenada por los medios, entonces, con novedades del ámbito policial que estimulan el vigor adrenalínico de los destinatarios. Se reemplaza así el azul-negro de escritorio público por la tinta roja cotidiana, resaltándose para consternación del asalariado pequeño burgués el temor a que algunos de los tópicos que la clase media ha ascendido a la categoría de valor y que constituyen el único canal de sus ilusiones -familia, hijos, trabajo, casa y automóvil- se vean de algún modo mellados o decrecidos en su número o condición.

          Periódicamente, cuando el Clarín publica alguna nueva de cierta truculencia que afecta bienes de toda índole cuyos titulares son personas de clase media, el estamento se reúne en lugares públicos a protestar. Los manifestantes creen que quienes delinquen pertenecen a la clase baja -a la que temen por su carencia de los escrúpulos que cultivan los pequeños propietarios-, y entonces solicitan a gritos que los maten, los encierren o los excluyan espacialmente.

          Sin embargo, es de hacer notar que, cuando las formas de afectación de sus intereses son más complejas, los individuos de clase media -al igual que sus despreciados ignorantes de la clase baja- no se dan cuenta, y por ello consideran absurda siquiera la mínima referencia al caso. Así, por ejemplo, resultan invisibles para la consideración de este estamento en qué consisten las maniobras fraudulentas de las entidades financieras que redundan directamente en sus ingresos y en su capacidad de cambio -v. g., las razones por las que el dólar o cualquier moneda del mundo cotiza al precio en que lo hace-; los motivos de mérito, oportunidad y conveniencia que conducen al dictado de una resolución administrativa; los sistemas de fraude electoral, las formas "legales" en que día a día se burla el mecanismo de sanción de las leyes, la formación de monopolios encubiertos, el método arbitrario de fijación de los precios al consumidor que deberá afrontar con su solo salario, la manipulación de los contenidos de las currículas correspondientes a la totalidad de los niveles de enseñanza, las alianzas empresariales que tienen por finalidad establecer un sistema invariable de precios abusivos, la homogeinización de las transmisiones televisivas y radiales, los mecanismos de censura de la libertad de expresión, los mecanismos de selección de noticias masivas, el reparto jurisdiccional del poder, el control de la cantidad de dinero circulante y otras macro-digitaciones patrimoniales y culturales que siempre redundan en el deterioro de lo que la clase media misma ha dado en llamar calidad de vida.

          Pero si un negro de la villa les arranca la cadenita enchapada en oro que portan como signo de distinción, ponen el grito en el cielo. La clase media acepta en general que los negros se matan entre ellos, pero reivindica que lo sigan haciendo adentro de la villa donde viven, y que no vengan a matar acá. Propone la edificación tanto simbólica como material de ghettos legales.

          Últimamente, con la intención de dotar de autorización celestial a la muchedumbre sangrienta, se ha dado en citar a un rabino y a un sacerdote católico a las aglomeraciones en las que se pide el rodamiento de las cabezas negras, a fin de que se acentúe el discurso de execración aun desde el plano utraterrenal. No obstante que la clase media desdeña a Dios, le gusta creer que sus acciones presentan un color de trascendencia en sentido místico; y así como mistifica toscamente la pentalogía de sus únicas directrices -familia, hijos, casa, etc.- así también le agrada que el masivo sentido común que ejerce como una comunión de fe tenga de alguna manera -aun imaginaria- una dimensión espiritual regida por un "ser superior", como también le agrada decir. La clase media repite incansablemente: yo no creo en Dios, pero sí creo en que hay un ser superior, y a veces se erige ella misma en ese pico de jerarquía valorativa.

          Al respecto, resulta interesante el video "casero" de cuatro minutos aproximados que el excelente borderline carlito ha subido a su página. Haz clic en el vínculo y observarás el modo de expresión y los contenidos de la reivindicación. La masa, que deifica a sus ídolos, en este caso lo hace en la figura del "rabino" invitado a la turbamulta. En el patológico episodio -documentado, aparentemente, con la cámara particular del blogger- se dan las más diversas variaciones del derecho de petición oficioso e iletrado. Un exaltado que a falta de mejor camisa calza una remera nera vocifera que "el rabino es el único que tiene huevos"; una señora descerraja "viva el rabino"; otra intenta persuadir a los oyentes en general desgañitando que en las "urnas" está el poder que ellos son capaces de otorgar, pues las autoridades son "cómplices"; una anciana cuya cabeza limitaba una cinta con la palabra ARGENTINA contesta a los gritos que "a quién vas a votar, si no había boletas", sugiriendo así la existencia de una mano invisible que extrajera de los cuartos oscuros de todo el distrito no sabemos qué listas oficializadas, y a la vez desconociendo las previsiones de la Ley Electoral al respecto; el primer exaltado concede a todos una razón nada dieciochesca y a la vez propone ir al Congreso a "sacar a todos de culo"; llevada por su único paradigma de captación de la aparente verdad, una señora aporta a los chillidos que "somos todos los dueños de la Argentina", ahondando así la idea de que cada habitante, al defender su patrimonio, defiende también de alguna manera la soberanía nacional, a la par que deja entrever que quienes delinquen son ciertos extranjeros, o que los argentinos son sólo los que no delinquen; otros aullidos proponen que "primero tenemos que estar unidos nosotros" y que "el pueblo tiene que salir a la calle", de modo de erigirse los reunidos en parte mejor y más sana de la población; alguien se refiere a la presidenta como "la atorranta ésta", que es presidenta "y ni siquiera es abogada", como si el título de abogado fuese una exigencia constitucional de habilitación para la postulación al cargo; entre comadres se sugieren que "no habían levantado 'los papeles' [es decir, no habían terminado de contarse los sufragios] y ya era presidenta", mientras otra dice a los bramidos que "sí", y todo ello porque "los comicios cerraron a las 19 en Capital: a las seis de la tarde ella salió y dijo soy la presidenta"; el exaltado del principio impone un orden de prioridades a las confusas reivindicaciones desde su altavoz natural: "primero: 'sensación' de inseguridad las pelotas; segundo: hay sensación de muerte", y luego entra en terror pánico: "son capaces de hacer un acto para NEGAR la inseguridad, son capaces de hacer un acto para NEGAR la inseguridad". Un anciano de cara poceada afirma absurdamente que "se están enriqueciendo a costa nuestra", y un ama de casa contesta que "son unos caraduras", afirmaciones todas en las que el sujeto tácito es una gavilla que aparentemente todos conocemos y a los que ni siquiera hay que nombrar, en nombre del honor pequeño propietario. La discusión oscila entre el repudio a los delincuentes y la imputación de los funcionarios públicos. Mientras alguien vigoriza reiteradamente "vamos a la Nueve de Julio", acuerdan entre el anciano y una chillona que "se hacen los de izquierda pero juegan para ellos mismos" y que "son unos ladrones", en clara referencia a lo que se dio en llamar la pareja presidencial. "Que se vayan, que se vayan" grita la horda mientras acata el grito de ir a la "Nueve de Julio". Un señor tomado de mística sugiere al hombre de la cámara que "lo que estás filmando" tiene carácter histórico, echando mano de su más sincero arranque místico, que lo ha llevado a sobredimensionar el asunto que, en sentido formal, es también un delito, en tanto aquel grupo se ha abrogado la representación popular y ha peticionado a nombre de éste. Contento, sostiene que "objetivamente hablando", la filmación es un "documento", sin advertir que la frase nada aporta, pues desde el punto de vista objetivo resulta cierto que la filmación es precisamente un documento.


          Cuando la clase media se manifiesta es tal su torpeza y su patente ignorancia, son tales su dejadez cultural y su desapego por el buen obrar, que las pretensiones más justas se tornan en ella chillonadas de niño al que ya se pasará el berrinche; y antes que acceder a sus altisonantes demandas, más nos conduce el espíritu a afligirnos y añorar las épocas en que había un prójimo entero y cabal que afirmaba la cosmovisión virtuosa que habíamos aprendido en los claustros primarios, y al calor de su consideración verdaderamente humana, su sola presencia nos otorgaba la agradable certeza de que no estábamos tan solos.



Lectura complementaria: Del amor y otros demonios, 27 de octubre de 2008.

sábado, 4 de abril de 2009

UNA MAÑANA EN EL ESTUDIO JURÍDICO

          Un juez laboral, que por su natural profesión debe decir el derecho aplicable, acaba de intimar a nuestro representado por el plazo de tres días para que "indique el convenio colectivo de trabajo aplicable al actor en el momento del despido". Ello, bajo apercibimiento de tener por no presentada la demanda.

          Cabe recordar que, por un principio al que se dio en llamar iura novit curia, los magistrados están facultados a fallar incluso prescindiendo del derecho invocado por las partes.

viernes, 3 de abril de 2009

AVISO

          Amigos, estoy tan deprimido que no sé si voy a seguir escribiendo el blog.

Casandro