jueves, 28 de agosto de 2008

AGLIO OGLIO

y da más pena ahora, cuando todo está tan muerto, vení que están celebrando acá a la vuelta, abrazame mi amor y entonces ese olor repulsivo a restaurante, venías de un restaurante y olías a churrasco, a parte babosa del huevo, me abrazabas queriéndome y tan pocas semanas y de súbito descubría que eras como yo, que tenías también tus miserias, que te alcanzaban las cosas del mundo sin remedio, que después vendría la risa de completitud, la angustia de por qué me voy, por qué te vas tantos meses después, años, qué te hice, olor que te devolvía al erial humano, alcanzada por el morrón decorativo y la saliva en la comisura, insertada en el asunto cotidiano aunque después te acicalaras y me amaras con poemas de otros y con entresoñados ojos tuyos cansados de esperar, tus efluvios de cantina sobreviviendo a todos tus abrigos, dueños de tus rictus, de tus razones desesperadas, de tu silencio estoico después de ese marzo póstumo en que por última vez pusiste a lavar las sábanas.

EN EL INTERIOR



Campo, almacén, laguna, hacienda, trigo,
siesta, estación, cuzquito, comisario,
alpargata, dos horas con el diario
municipalidad, Club Sportivo.

Caballo, vuelta al perro, virgencita,
Avenida Uriburu, Escuela Uno,
busto de Juan Domingo, olor vacuno,
embarazada pobre, calesita.

Placa recordatoria, gomería,
Unidad Socialista Alfredo Bravo,
kermesse, bodegón, oligarquía,

Sociedad de Fomento Sol de Mayo
muerte a la vuelta: los perros de testigo,
tren que no pasa más... ningún amigo.

martes, 26 de agosto de 2008

PARA MANTEL, LE PUEDO OFRECER ALGO ASÍ...



Ay, no, no, gracias. No... era para... porque el que está en la vidriera nada que ver, me parece. Uno así como el que está en la vidriera no, ¿no?

(Te digo que para pagar esto treinta y cinco pesos le doy una témpera a Thiago y me lo termina haciendo mejor con alguna sábana, algo...).

EL DATO (VIII)



  • Los cinco valores excluyentes de la clase media porteña son los siguientes: hijos, casa, trabajo, automóvil e identidad racial.


  • Comulga en menor medida (aunque exageradamente en el discurso) el valor "padres", cuya forma de adhesión más intensa es la constitución de un usufructo vitalicio en un departamento adquirido total o parcialmente con dinero de ellos, o sobre un inmueble respecto del cual han realizado una sucesión simulada bajo la forma de donación o venta a todos los herederos.

domingo, 24 de agosto de 2008

SNILLE OCH SMAK


Happy Birthday, Georgie...





...and fuck the Akademien.

sábado, 23 de agosto de 2008

FRAGMENTO INÉDITO DE CATARSIS



A los amigos que han leído Catarsis ofrezco el siguiente fragmento inédito, uno de los tantos que deseché por falta de dinero para publicar un libro de más de doscientas veinte páginas, aun en la mínima tirada de cien ejemplares:


          "Es domingo a la tarde. Se han ido a Castelar, donde mi padre ha adquirido un terreno virgen y, junto con mi abuelo materno -que ha reemplazado al suyo-, ha construido desde los cimientos una casa, una casa entera, mi padre ha construido en Castelar una casa enorme. Desde entonces, dedica con mi madre lo domingos a continuar su marcha forzada de progreso entendido sólo en órbita de familia que ha surfeado en el tsunami virtual post peronista y que, fuera de todo pronóstico, ha continuado descamisando y progresando en connubio con los vecinos de la misma condición, ahora ínfimos burgueses. Los vecinos de casa-infinitud, cuando no revierten en proletariado en tren de exclusión, que por milagro de la compra y venta no ha seguido descarrilando hacia culturas peores, han devenido en pequeños propietarios que hablan de inversiones de parte del bagaje de su acumulación primigenia, y que se materializan en alquileres o adquisiciones de locales de venta, renovación de los marcos de las ventanas de sus casas, contrataciones menores y acuerdos con concesionarias de automóviles. Otras categorías también inundan el discurso de mis vecinos: por todos los proyectos confiados en secreto deseoso de develarse desfila mi mujer, atareada siempre en menesteres oikos; desde el punto de vista de la crítica artística, se manifiestan partidarios de las revistas teatrales y de algún cine de vanguardia sesentista (nunca Blow Up, pero sí algún desenfado de Fellini, que rápidamente remite a Armando Bo); no comulgan los postulados de ningún partido político, y por ello acuden a votar del mismo modo que firman boletas de depósito en algunos de los bancos que eternizan a Flores como barrio comercial; la verdad, están cansados o podridos de alguna cosa, que los ha defraudado en desconocimiento de las horas trabajadas y de la atención dispensada, y a la que ya no prestarán esfuerzo; alguien de mutuo conocimiento es un mal nacido, y cada cual, según sus agrios criterios, vive como mejor le parece. Los perros los reconocen como amos, muchas veces durante la charla con el par, igual que los hijos, a quienes alimentan con la prodigalidad de una cornucopia brillosa, contrastante, recordadamente ajena a los alimentados y por demás pertinente, que es motor de su generosidad el llevar asignados entes que los necesiten. Uno de los vecinos de casa-infinitud tiene más de setenta años y padece, además, cáncer de próstata, pero se ufana de continuar manteniendo relaciones sexuales con su esposa, veinte años menor que él, con la que ha decidido casarse luego de ejercer el libertinaje, la lujuria y el exceso por más de treinta, en toda Sudamérica, a excepción de Colombia, Ecuador, Venezuela, Perú, Bolivia, y Chile, haciendo caso desinteresado de las solicitudes de regeneración que una morena enamorada de Porto Preto le rogaba día a día, antes de que, en un arrebato de despecho, lo hechizó pronosticándole que moriría sin poder tener hijos. Otro de quienes rodean casa-infinitud es plomero; trabajó aquí en 1975 cambiando los caños que alimentan las innumerables habitaciones y recodos; según mi padre, le arruinó la casa, y por ello fue diana de sus admoniciones, quince años más tarde, al advertirse una fuga de agua en una de las conexiones más internas de una de las paredes más gruesas; por suerte ha muerto. Yo fui profesor de su hijo, un joven excedido de peso que, sin embargo, prolongó la estirpe antes de cumplir la mayoría de edad; el día que corrí a darle el pésame sonreía, y su esposa, junto a él, sólo miraba al niño, temerosa de que necesitase algo en medio del velorio. Otro vecino es ingeniero civil, y en apariencia sabría menos que mi padre respecto de la construcción de una pared y de los recaudos que deben tomarse al moldear el marco de una puerta, condición de conocimiento sine qua non se expide el galardón de maestro constructor en la cofradía verbal de los albañiles. Otro vecino es tornero, aunque sólo tornea costumbres ajenas, observándolas desde la propia puerta de su casa, a la que acude con la frecuencia del álea agitado, a fin de entrometerse en la vida de los demás; otro vecino es un tipo raro; una vecina es puta.

          "Son las tres y media de la tarde y terminé de desayunar cuatro hamburguesas: los domingos a la mañana no existo, a salvo la hora y media de sopor entresoñado en que mis padres, sin bajar sus voces ni evitar choques de su destartalado menaje portátil, ubican en el automóvil lo que llevarán a su domingo de trabajo en Castelar. Desayunan con la puerta que comunica el patio y el comedor abierta, y los sonidos llegan a mí con la nitidez espúrea de la cercanía. Mamá, antes de partir, lava la vajilla del desayuno y las tazas y los elementos metálicos chocan por obra de la premura contra la pileta de la cocina; las ondas de frecuencia corta llegan cómodamente hasta mi habitación por la doble vía del patio y de las puertas que comunican los cuartos. Por sobre los tintineos y choques cacharreros, se eleva la voz de mi padre, las quejas acerca de que no le puede decir nada a mi madre, quien siempre está haciendo otra cosa. Mi madre se excusa, cumple rápidamente con la premisa culinaria de dejar la cocina en condiciones de volver a ser utilizada y, a marcha olímpica, descubre algún instrumento cuya ficha de almacenaje le correspondió, y que, por lo intrincado del criterio, había permanecido en ocultación de la racionalidad investigativa de mi padre. Entregado el testimonio, la próxima posta sería igualmente recorrida por ambos: el traslado de dos bolsas de cemento de cincuenta kilos cada una, que papá prefirió llevar en un solo viaje, apiladas, ayudado por mamá, a las siete de la mañana. Llevo tres horas de sueño y escucho los bufidos de mamá en el transporte de la mole, desde uno de los extremos. En el otro, papá pregunta si quiere parar a descansar, y mamá dice que no. Las depositan en un sector del baúl del Torino que resultó, sin embargo, insuficiente para contener las bolsas, y por esta razón, debieron quitar más de la mitad de lo que habían colocado; mi padre arrojaba con descuido los objetos al piso de baldosas, a tres metros de donde yo dormía (el baúl del Torino estaciona a la altura de la entrada de mi habitación, la que da al patio). Mamá recrimina un poco esta actitud, instándolo levemente a que se detenga, y mi papá, enojado, explica retóricamente que de otra manera las bolsas de cemento no entrarían. Mamá recoge los elementos que mi papá ha tirado, y, una vez que mi padre va en busca del resto, queda acomodándolos; siento que los presiona con fuerza para que la puerta del baúl pueda cerrarse. El esfuerzo que dispensa se filtra en tenor de resoplidos y gemidos no sé si involuntarios; en el preludio de mi amanecer forzado entreveo como en una alucinación el gesto de enojo de mi madre en trabajo de taracear el Programma no elaborado en la tabla de arcilla de nuestras vidas permitidas. Papá regresa con una caja de herramientas que, al decir de mi madre, no entrará; abre entonces una puerta del automóvil, coloca la caja junto a un televisor de veinte pulgadas de pantalla que habían colocado en el asiento trasero, cubierto con una colcha que tendrá unos veinticinco años y está muy sucia. Las puertas del Torino hacen un ruido grave al cerrarse, y estrepitoso y con eco, y ese ruido es símbolo de solidez y perpetuación. Papá cierra la puerta que ha abierto, utilizando la misma fuerza que ha venido desplegando desde que cargó las bolsas de cemento, y mamá le pregunta si está nervioso. Mi padre contesta que no, que cómo no ve, que está trabajando. Mamá le dice que bueno, y mi padre, en voz más baja, pregunta:


-¿Éste duerme?
-No sé.


          "Finalmente, mi madre abre ruidosamente el portón de entrada. Han estado escuchando Radio Tango, pero a las siete de la mañana del domingo la música sólo preludia las informaciones o se utiliza como “cortina” mientras hablan una mujer y un hombre, que intercambian no sé qué convenciones que mis padres desoyen. Con el metaleo del portón, introducido por los golpes de las llaves contra los bordes de las dos cerraduras, las voces trabajadas y alimentadas de los locutores irreales se obnubilan. El bramido leonino del Torino, al primer giro, recuerda la gloria ocultada por el industrialismo internacional virilmente ganada en Nürburbring ’65, y el cuarto o quinto puesto de caduca vigencia moral reanda su vitalidad y sus límites. Desde la modorra alejada también por los gases de la combustión, siento los rechinos de los neumáticos sobre las baldosas. Sólo restan: el estacionamiento provisorio del móvil en la vereda de enfrente y el cierre del portón metálico, ornado de golpes de la llave contra el marco, de bajadas de pestillos y de nuevos choques contra la periferia de los agujeros de las cerraduras. Eventualmente, el olvido de algún objeto vital provocará el descenso presuroso de mi madre, su desesperación durante la nueva apertura del portón, la caminata velozmente taconeada hacia la cocina, el cuarto de herramientas, el jardín o la terraza, su vuelta desafortunada, su nueva pesquisa plagada de murmullos autoinjuriantes, el empellón de alguna puerta, los juramentos en voz baja, una pregunta a mi padre gritada desde el medio del patio -como para dar exposición del despliegue de recursos sobreexcitado-, el nuevo golpe de cierre del portón, los choques repetidos de las llaves contra los bordes de los ojos de las cerraduras, las recriminaciones apagadas que finalizan con otro portazo, el de una de las puertas del Torino, el arranque solidificado y espumoso, y el silencio que se yergue sobre mi mediocridad, sobre mi nada, sobre el frío que debí pasar durmiendo, sobre las ocho menos cuarto de la mañana de un domingo en el que no pasará nada, sobre la angustia de tener que ser, sobre mi descolocación en un universo amurallado donde el más allá no se advierte o sólo puede conocerse a través de relatos traídos por viajeros de otros barrios a los que no se escucha, sobre mi identidad informe, sobre mi impertinente sueño, sobre mi carencia del derecho de dormir, sobre mí, sobre mi proyecto incompleto, sobre mi falta de objeto, sobre mi desafincamiento de la realidad, sobre mi realidad inferida, sobre lo que los demás ven como mi desidia, sobre la desidia de los demás, sobre lo que no seré por mí, sobre lo que no seré por lo que dictaminó mi padre, sobre lo que no es mi madre, sobre los que nunca fueron y no se dan cuenta, sobre Flores, sobre la calle en la que está emplazada mi casa, que declina hacia una avenida de tercera por la que pasa un solo colectivo entre dos paradas lejanas, sobre las pocas horas que dormí, sobre lo que estoy pensando, sobre los deseos de dormir truncados, sobre todas mis pretensiones prescriptas".

viernes, 22 de agosto de 2008

EL DATO(VII)



  • La clase media porteña está convencida de que Domingo Faustino Sarmiento, uno de los próceres argentinos, fue un "vendepatria" que tenía la firme intención de entregar la Patagonia a los chilenos.


  • Sus integrantes saben que escribió un libro llamado Facundo.


  • Relacionan necesariamente al personaje con la construcción de escuelas y el fomento a la educación primaria.


  • No alcanzan a enunciar con precisión el período durante el cual fue presidente de la República Argentina. Algunos ignoran o dudan que haya ejercido la presidencia de la nación.


  • Desconocen también que las obras completas de Sarmiento ocupan cincuenta y dos tomos, de los cuales no han leído ninguno.

martes, 19 de agosto de 2008

POR LA ETERNIDAD



“¿Qué?”, me han dicho, mordisqueando facturas o esperando orgasmos que otros provoquen: “¿qué?” “¿eh?”, cerrando el entrecejo, dedicándome seis o siete últimos segundos, entregando el pensamiento a la compra, o a la venta, o a la acción inmediata.

“¿Qué, qué, qué?” “¿eh?”

Y entonces ese cansancio en la finitud, mi cansancio que tuvo un inicio como el tiempo de los cristianos, creado por estímulo de todos y que morirá conmigo, diluido en el tiempo de los cristianos y absorbido por la eternidad, en donde los qué, los cómo, los cuánto, los cuánto te debo, se revuelven como un pestañeo mal pestañado; se remolinan como con el dedo de la lagaña, se expulsan a un mismo tiempo en el que la eternidad se desecha para dar paso a.

Y todo esto, en tanto un asalariado con automóvil prende la baliza, estaciona en un lugar prohibido por la autoridad municipal y permite el apeo de una mujer tan arquetípica que nomás baja se apresura para que la tardanza sea menos, para no quedar tan mal, ya sé que está todo bien igual, pero para no quedar tan mal.

Sí, sí, pero ¿qué? No entiendo. No sé... ¿eh? Mirá, en todo caso...

Te dejo.

sábado, 2 de agosto de 2008

ACCIONES QUE ES POSIBLE EJERCER RESPECTO DE UNO O MÁS LIBROS. VERSIÓN CON EJEMPLOS.

leer: ¿Por qué no te ponés a leer un libro, mejor, antes que estar mirando la televisión todo el día?

guardar: Haceme el favor y guardá esos libros donde tienen que ir.

abrir: Es un tipo que no abrió un libro en su vida, ¡qué va a saber! Preguntále a otro.

subrayar: Yo a mí no me gusta que subrayen los libros. Además, después no los podés vender.

poner en la biblioteca / repisa: Si vas a sacar un libro de cuentos, después lo volvés a poner en la repisa, ¿Escuchaste, Lautaro?

cerrar: Cerrá ese libro y sentate a comer.

dejar: Tuve que dejar ese libro porque te digo la verdad, no tengo tiempo ni para leer. Capaz que en las vacaciones, pero no creo porque este año la quiero pasar bien.

arreglar: Sí, la tipa vende los libros que eran del padre, pero están hechos bolsa, hay que arreglarlos a todos. Al final te terminan saliendo más caros que si te los comprás nuevos.

pegar una hoja a un: ¿Y esta hoja? No me digas que se le salió al libro... Va a haber que pegársela con algo.

sacar un: ¿Sabías que tu sobrino ya se sacó un libro de la biblioteca? Tienen biblioteca en segundo año de jardín. Mostrale, Jeremías.

salir: Los libros de estudio salen caros.

tener un montón de: Cuando se murió el abuelo le dejó todos los libros que tenía; no sabés: tenía un montón de libros y vos los abría y estaban todos subrayados, se ve que el tipo se la pasaba leyendo.

tener ahí tirados los: Tobías, no te compro los libros para que los tengas por ahí tirados, te los compro para que estudies, así que andá y recogelos y ponelos donde tienen que ir.

tener unos cuantos: Yo cuando era chico tenía unos cuantos libros, pero nunca le di mucha bola al tema libros, a mí siempre me gustó más la calle, estar en la calle, salir, no quedarme encerrado.

no leer: Yo antes no leía libros, ahora no leo ni revistas ni nada.

gustar leer: Yo a mí me encanta leer un buen libro. Pero tiene que ser un buen libro.

no gustar leer: A mí no me gusta leer libros, prefiero mirar la película. Aunque siempre dicen que es mejor leer el libro que mirar la película. Pero no sé, yo en el colegio siempre fui un desastre.

preferir leer un antes que: Es gente de otra época, que siempre prefirió leer un buen libro antes que otra cosa, antes que ir al cine o que salir a comer, gente que iba al teatro. Mi abuelo te compraba un libro pero no te daba un peso para caramelo.

ir viendo cómo la gente cada vez lee menos: Y año a año se va viendo cómo la gente en vez de leer cada vez va leyendo menos libros. La televisión seguramente que incide, por supuesto, y también que la gente vive de otra manera...

acercarse a los: A mí lo que más gracia me causó fue cuando la directora dijo que había que acercarse más a los libros, acercarse más a los libros... Claro, con un sueldo como el que tiene ella que no hacés nada, seguro que te sobra tiempo para acercarte a los libros. En cambio, si te tuvieras que levantar a las siete de la mañana y no volvés a tu casa hasta las ocho nueve de la noche te quiero ver si te dan tantas ganas de acercarte a los libros... Yo llego a mi casa y me quiero acostar ya.

ver cómo hacer para meter una hoja que se le salió a un: Raúl, fijate cómo habría que hacer para meter esa hoja que se le salió al libro de Josefina, que lo tiene que llevar mañana al colegio.

llevar / llevar para leer: Para las vacaciones, si en lugar de tanta cosa te llevaras un buen libro, te digo que te empezaría a cambiar un poco los gustos, ya no necesitarías estar todo el tiempo viendo qué hacés.

regalar: Por mí para los cumpleaños yo le regalaría libros, pero es imposible cómo están los libros, además, ¿qué libro le regalás por ejemplo a un chico de doce años? A mí me encantaría que me regalen libros, pero por eso mismo no puedo exigir.

prestar: Los libros no se prestan, decía mi abuela, y tenía razón. Igual no sé qué libros, porque que yo sepa nunca tuvo ninguno. Mi tío Alberto sí, a él le encantaban.

comprar: -¿Cuánto hace que no te comprás un libro?
-¿Para qué?

vender: El de Cívica lo tenés casi nuevo, andá a Primera Junta y fijate si lo podés vender o cambiarlo por otro que te hayan pedido.

escribir todo: No te compré el libro para que a fin de año lo tengas todo escrito. El libro lo tenés que respetar; además escrito no te lo compra nadie, o te lo compran por dos pesos.

tener que encuadernar un roto: Esos libros todos rotos que te regaló tu tío dejalos por ahora ahí, que los tenemos que mandar encuadernar. Son una reliquia, quién sabe cuánto cuestan.

arrancar una o más hojas: Si te querés machetear, macheteate, yo no te voy a decir nada: el único perjudicado vas a ser vos. Lo que sí que no volvás a arrancar ni una sola hoja del manual, porque así como veo que arrancaste la hoja del manual, te arranco un dedo a vos, a ver si te gusta.

copiar una frase: Yo tengo un cuaderno donde desde chiquita, tendría ocho nueve años, desde chiquita copio frases de los libros que me interesan.

pedir: Mirá, te tengo que pedir el libro ese sobre la autoayuda que tenés. Es para Elsa, viste, que desde que pasó lo de la hermana está deprimida todo el día.

leer diez minutos antes de dormir: Dicen que es muy bueno leer aunque sea diez minutos antes de dormirte, porque el cerebro mientras dormís te trabaja diferente después de leer algo.

comer: Vos ahora podés cobrar lo que cobrás porque en vez de salir y andar en la pavada en su momento te comiste todos los libros que te daban en la facultad, y hoy por hoy sos un profesional reconocido que puede y hasta te diría que DEBE cobrar lo que cobra.

devorar: Me lo devoré. Te digo que El Código da Vinci me lo devoré.

dejar para después: El libro ese de los exploradores de cavernas que me diste lo estoy dejando un poco para después, porque te digo que en algunas partes se hace un poco denso, y si no en otras te da tanta impresión que lo tenés que dejar de leer.

pasarlo a otro idioma: -Mi tío Hugo escribió un libro que lo pasaron como a cinco idiomas.
-Lo tradujeron.
-Sí, eso, lo tradujeron.

ayudar a cargar: -Lo que sí que para la mudanza me tendrías que ayudar a cargar los libros. No sé cuántos canastos son, creo que dos o tres, pero para mí se me hace muy pesado.
-No hay problema.

cargar todos los días: Voy a tener que hacer algo porque no puede ser que todos los días tenga que cargar los libros de aquí para allá. Lo que pasa es que me guío mejor si mientras voy escuchando al profesor me voy fijando en qué parte del libro está.

ordenar: ¡Mirá cómo tenés los libros todos desordenados! Algún día los vas a tener que ordenar, no los podés tener así, es un desastre.

estar todo el día con: El tipo está todo el día con los libros, se la pasa estudiando y yo qué sé.

estar todo el día metido: El tipo está todo el día metido con los libros, no sabés.

estar todo el día y no salir:
Una cosa es que te guste leer y otra muy distinta es estar todo el día con los libros y no salir ni siquiera a tomar algo nunca.

hacer caso a lo que dicen: Si le vas a hacer caso a lo que dicen los libros al final te terminás dando cuenta de que todo lo que hiciste en tu vida está mal.

saber de la vida nada más que lo que dicen los: No podés andar por la vida guiándote por lo que dicen los libros. ¿Nunca viste a esos boluditos que saben de la vida nada más que lo que leyeron en algún libro? Esos tipos les pasa algo y no saben cómo reaccionar.

creer que todo es como pasa en los, o en el cine o en las novelas de la televisión: Yo tenía una tía que creía que todo era como pasaba en los libros, o en el cine o en las novelas de la televisión. Cuando le dijeron que tenía cáncer se quería morir.

opinar eso solamente por haber tenido la suerte y el tiempo de pasársela leyendo: Vos opinás eso y hablás como hablás porque tuviste la suerte y además el tiempo de pasártela leyendo libros. Pero para quien no tuvo esa suerte no es tan fácil hablar así.

tener un tío que escribió un: En mi familia tengo un tío que escribió un libro. Creo que es una novela policial o algo así, que creo que se llama "El muro de la desgracia" o "El muro desgraciado", algo así.

querer escribir un: Algún día yo quiero escribir un libro.

tener un hijo, plantar un árbol y escribir un: Como dice el refrán, lo que tiene que hacer un hombre en la vida es por lo menos tener un hijo, plantar un árbol y escribir un libro.

ir a la feria del: Ahora en marzo voy a ir a la feria del libro. Todos los años voy.

ir a la feria del, pero no comprar ningún, porque estaban muy caros: El sábado fuimos a la feria del libro, pero la verdad es que no se podía comprar ningún libro, porque te digo que estaban muy muy caros, carísimos. Había uno de pirámides que a mí me gusta que no tenía precio. Cuando fui a preguntar me quería morir. "No", le dije.

salir a vender: Yo al día siguiente que me echaron de la editorial salí a vender unos libros para la contra que me facilitó un amigo. Casa por casa: yo ganaba el diez y de eso le daba a él el treinta. Así hasta que ese mismo año me ofrecieron esto en lo que estoy ahora.

leer un y nada más, ya está, terminó: Tampoco te la vas a pasar leyendo. Un libro y nada más, ya está, terminó. Esos que terminan uno y empiezan otro son incapaces de disfrutar lo que te pueden dar los libros.

al fin terminarlo: Al fin te cuento que terminé el libro ese de ángeles y duendes que me prestaste. Al principio todo bien, pero noventa páginas todo el tiempo con ángeles, que ángeles de acá, que duendes de allá, que elfos, que querubines, yo qué sé... eso es para el que le interesa.

empezar uno: -La semana pasada empecé un libro. Por ahora te digo que está bueno.
-¿Cuál?


empezar otro: No, dejá ése y empezá otro libro. Éste te está traumando, no podés estar tan metida que ni siquiera podés disfrutar de lo nerviosa que se pone.

empezar dos a la vez: Yo suelo empezar de a dos libros a la vez. Si uno no me gusta, sigo con el otro.

mirar cómo le gustan a una persona: Lo mejor era mirar cómo a Matías le gustaba el solo hecho de tener el libro en la mano. Tenía dos años y ya pasaba las páginas como si supiera leer; se lo sacabas y se ponía a llorar que no paraba.

trabajar todo el día en una biblioteca pasándole un trapo a los: Sí, sí, lo de los libros está todo bien, pero que no te vaya a pasar que por estar todo el día con los libros y no saber un poco de la vida, no ir a ganarse la vida por ahí, termines a los sesenta años pasándole un trapito a los libros en una biblioteca por dos mangos.

saber todo lo que dicen los: No es necesario saber todo lo que dicen los libros para saber algo.

tener que hacerse alguna vez tiempo para empezar a leer un: -Ay, yo tendría que hacerme alguna vez tiempo para empezar a leer un libro... desde que nació Tiziano que no tengo un minuto libre. Encima Gastón quiere tener otro, ¡que espere!
-Ay, Lucía, no te va a esperar a que termines de leer el libro...

ponerse un libro en la cabeza: Para aprender a caminar como una modelo lo que te hacen en las escuelas de modelos es ponerte dos o tres libros en la cabeza, para que aprendas a estar con la espalda recta y la cabeza mirando para adelante. Si se te caen los libros, tenés que empezar de vuelta.

preferir para divertirse mirar una película, o salir con los chicos: El libro está bien, pero yo para divertirme prefiero mirar una película, o salir con los chicos a algún espectáculo, o mismo salir con Lucas a algún lado, pero para eso tenés que tener a alguien que te tenga los chicos; a mi mamá más no le puedo pedir. Así que por ahora...

con los chicos no tener ni tiempo ni ganas de leer un: Es que con los chicos no te da ni tiempo ni ganas de leer un libro. ¡Qué libro! ¡Llegan las ocho de la noche y te querés ir a dormir ya mismo!

de mis amigos, tener solamente uno que sí lee de verdad, que agarra en serio los: Y te diría que hay uno solo que sí lee de verdad, que es Carlitos. Ése agarra en serio los libros, incluso después siempre encuentra a alguien que se los comenta, a él te podría decir que es el único que conozco que le gustan de verdad. Los demás tocan de oído o nunca agarraron un libro.

agarrar los y dejarse de joder: Si querés estudiar, estudiá, pero estudiá en serio, no una materia hoy y otra dentro de un año. Si querés estudiar en vez de trabajar, lo que tenés que hacer -por lo menos acá en esta casa- es que te veamos que agarrás los libros y te dejás de joder. A la primera que tu madre o yo te veamos que estás empezando a hacer otra cosa, te sacamos los libros y te vas a trabajar como tus hermanos.

agarrar los o salir a laburar: A mí no me dieron la opción de estudiar o salir a laburar, yo directamente tuve que sí o sí salir a laburar. Mi viejo decía que el que quiere estudiar, estudia de noche. Y tiene razón.

agarrar los de una buena vez: ¿Por qué en vez de arreglar el auto no agarrás los libros de una buena vez y das las cuatro materias que te faltan para el secundario? Sos joven, todavía podés, y además sos inteligente, Germán.

empezar uno hace un montón: Matías empezó un libro hace un montón, pero como no lo pude controlar en seguida lo dejó. Y bueno, dejalo, tiene once años.

todavía estar con ese: ¿Todavía estás con ese libro? ¿Qué va a ser cuando vayas a la facultad, a la secundaria?

no sacar todavía los de la caja desde que nos mudamos: Ahora después de casi tres años te puedo decir que recién nos empezamos a adaptar a la casa, después de todos los arreglos y de todo. Igualmente todavía nos falta poner el extractor de aire en la cocina para que no se llene todo de humo, que igual con este ventiluz tira lo mismo, y lo que sí no sacamos los libros de la caja desde que nos mudamos, están embalados... pero, ¿adónde los voy a poner?

dejar los por ahora en la casa de mis viejos, que después más adelante los pasaré a buscar: El tema libros por ahora los estoy dejando en la casa de mis viejos, que después más adelante los pasaré a buscar. Imaginate que con el despelote que hay se me hace imposible ver en dónde pongo todos esos ladrillos que encima no los leyó nadie ni los pienso leer. No sirven ni para adorno.

no entender lo que dice ese:
La verdad que le pongo voluntad, pero no entiendo lo que dice ese libro. Para mí que escriben a propósito para que no se les entienda, es como que piensan que les da mayor prestigio.

no encontrarle el gusto a los: Ojo, es súper respetable que a alguien le gusten, pero yo qué querés que te diga, no le encuentro el gusto a los libros. Te diría que nunca me atrajeron, o atrayeron, no sé cómo se dice.

tener un pariente que jamás agarró un y se llenó igual de plata: Eso que te dicen que con una carrera es más probable que puedas vivir bien te digo que es mentira. El que más plata tiene de mis parientes es el que menos le dio bola al estudio. Y en general, en todos lados cualquiera tiene un pariente que jamás agarró un libro y se llenó igual de plata, así que...

no asegurar el porvenir: Ningún libro te asegura el porvenir. Si no te rompés bien lo que te tenés que romper, te aseguro que ningún libro por más que leas libros te asegura que te vayas a poder mantener.

no garantizar nada: Ni los libros ni el estudio hoy por hoy te garantizan nada. Eso te lo garantizo yo.

escribir un pero hacer todo lo contrario de lo que escribió: Por lo general todos esos que escribieron uno o más libros en la vida han hecho todo lo contrario de lo que escribieron. Diputados, senadores, grandes eminencias y terminaban siendo unos degenerados o unos corruptos. Eso no ha cambiado nunca, ni antes ni ahora.

dejar los que se pudran en una biblioteca: En la Argentina ha habido mentes geniales que, históricamente se le han dejado podrir los libros en alguna biblioteca perdida, y que todavía ni fueron descubiertos.

dejar los que se duerman / durmiendo en el cajón / estante / biblioteca / por ahí: ¿Para qué te voy a comprar los libros de Narnia? ¿Para que después los dejés durmiendo en el estante y ni los leas?

hacerle caso a los que tuvieron oportunidad de leer en su vida:
Yo creo que sin despreciar a nadie es mucho más válida la opinión de alguien que sabe, que la opinión de alguien que no sabe. Por eso yo soy de hacerle caso a los que tuvieron oportunidad de leer libros en su vida, que le dieron un conocimiento que uno por hache o por be no tiene.

no hacerle caso a los que leyeron solamente y no saben nada de nada: Igualmente, no me parece que haya que hacerle caso solamente a los que supuestamente saben, porque hay muchos que se la pasaron leyendo libros y no saben nada de nada. ¿Cuántos médicos hay que ni siquiera son médicos?

pasarse toda la noche leyendo: Mis primeros libros me los leía en una noche: me pasaba toda la noche leyendo.

pasarse todo el día leyendo: ¡Cómo vas a tener sueño si no te moviste en todo el día, te la pasaste leyendo!

tener por todos lados: En casa teníamos libros por todos lados, hasta en el baño. Sí, reíte, había libros en el baño y hasta llegó a haber en la cocina, sobre el calefón.

ser un abierto: El viejo era un libro abierto. Todo lo que le preguntabas sabía. Y te contestaba con una paciencia...

tener que cerrar, porque nadie le compraba un solo: El de enfrente tuvo que cerrar, porque nadie le compraba un solo libro. También, hay que tener cabeza para poner una librería donde antes hubo una verdulería casi tres años, y además con la bandita ésa que se junta en el kiosco de al lado... al que más o menos iba a comprar y veía semejantes monos ahí parados no entraba. Andá a saber adónde se fue, si seguirá vendiendo libros.

tener que empezar a vender revistas, porque nadie le compraba un: Igualmente, antes de tomar la decisión de cerrar empezó a vender revistas, porque nadie le compraba un libro. Empezaron a caer viejas para pedir revistas de tejidos, y el tipo las atendía con una sonrisa... te digo, pobre, yo quería que le vaya bien.

ver qué hacer con estos que dejó la abuela cuando se murió: Habría que ver qué hacer con estos libros que dejó la abuela cuando se murió, ver si se venden o si se reparten entre los hermanos. Algunos tienen valor, te digo. Y si no regalarlos, o dejarlos que se los lleve alguien.

guardar un lugar para poner los: Acá en la pieza tendrías que guardarte algún lugarcito para poner los libros, y tratar de no tenerlos en el placard, que a la larga se te va a llenar todo de olor.

ser un loco de: El tipo desde chico que fue un loco de los libros. No le vayas a regalar otra cosa porque el tipo dejaba lo que le regalabas, el autito, en ese tiempo estaban los muñequitos de Titanes en el Ring que eran carísimos, el tipo te lo dejaba en la mesa y se iba con el libro que le había regalado la madre o algún otro compañerito. En el cumpleaños jugábamos nosotros solos, me acuerdo, el otro ni aparecía. Ahora me enteré que lo mandaron a estudiar a Estados Unidos, una empresa muy grande de allá.