miércoles, 31 de diciembre de 2008

DESEOS DE FIN DE AÑO



  • Que un clase media sienta curiosidad por leer una historia como la de la ilustración.

  • Que un clase media lea hasta el final y detenidamente una historia como la de la ilustración.

  • Que un clase media encuentre graciosa una historia como la de la ilustración.

  • Que un clase media experimente el querer descubrir los vericuetos de las viñetas, los pormenores de la coloración, los detalles de los trazos, la tecnología rudimentaria de la imprenta.

  • Que un clase media despliegue esfuerzos para advertir las diferentes perspectivas empleadas en cada una de las seis viñetas que anteceden (o en otras de igual tenor), y que ello le reporte placer al entender esa percepción como la consumación de un hecho artístico.

  • Que un clase media estimule su imaginación en la contemplación de manifestaciones del tipo de las que aquí se muestra, conjeturando qué elementos compondrían el mundo de la derecha, la izquierda, el arriba o el debajo en cada una de las ilustraciones, inclusive inclinando la página para intentar observar la profundidad de lo que sólo se recrea en dos dimensiones.

  • Que un clase media estime que el tiempo empleado en la realización de todas las actividades propuestas en los puntos anteriores es valiosísimo, y que ese tiempo le ha reportado una devolución favorable a su proyecto de edificación como persona.

  • Que un clase media asuma la respuesta creativa de aportar originalmente la real riqueza de su espíritu, de modo similar al que se expone en estas seis viñetas, o de cualquiera otra forma que importe una contribución novedosa a la historia de las manifestaciones humanas.


          El acaecimiento de todas estas maravillas no es lógicamente imposible, pero sí resulta tan probable como la paz y prosperidad de clisé. El vacío de su formulación es el mismo que representa la frase te deseo lo mejor, resumen de la simplificación lingüística y reflejo de la palmaria indiferencia que este estamento cultiva, sea por el lenguaje mismo, sea por su prójimo.

domingo, 28 de diciembre de 2008

DE CÓMO ME VI ENVUELTO EN LO QUE NO PUDIERA DESENVOLVERME, Y DE LOS FILOS DE LA VENTURA EN DESATAR LO QUE ANUDADO SE HALLABA

          Poco después de la providencial huida de los abisinios, recebí la gravosa noticia del forzado alojamiento de mi primo el Montefiore, enviado a mazmorras por exigir de un favorito las medias setenas de cierto libramiento documentado que para solventar licencias de imposible revelación habíanse acordado. Más que el pesar por las galeras de la usura y la perfidia, que afectaban sin quererlo la honra y virtud de toda la estirpe, interesaba mi espíritu la alegría de las dispensas que aquella inesperada prisión sinificaba para mi esmirriada hacienda

          Pasábanseme entonces los días con tanta soltura y gozo, que ni aun el pronto arribo de mi amo el notario de su embajada en Portugal, con la consiguiente alvertencia de absencia del su libro prohibido, vendría a alterar la liviandad de mi ánimo, y por seguro tenía que nada en el mundo vendría a anudar con entresijos y ocultaciones lo que tan natural y despreocupado habíaseme tornado el folgar y trascurrir. Esento así de escrúpulos y espectros de amonestación, y amancebado como estaba con las muy cercanas pertenencias de mi señor, que ya creía mías luego de las semanas de soledad y recogimiento en el despacho de quien, a falta de misivas y billetes, veíase lejano y para siempre oculto, violé sin más los siete cerrojos del gabinete en que se hallaba captivo el jerejillo de mi amo, y a punto estaba ya por rellenar uno de los cuencos que a la sazón había dispuesto sobre el tablero de firmas, cuando vime sorprendido por la llegada de don Antonio, quien, preso de los dolores que sus irrenunciables almorranas le ocasionaban, assí recebió mi impertinencia:

          -Venga, hijo, que ni que hubieras predicho mi llegada. Anda, lleva a venturoso puerto tu incursión y échame todo el jerez desa redoma en aqueste cuenco, que, maguer las prescriciones de los más encumbrados maestros desta villa no hay para mí mejor bálsamo para el infierno que en vida me ha deparado la providencia que el dorado resplandor deste exquisito brebaje, que tengo por milagroso y sagrado.

          -Así también lo tengo yo –dije, desimulando mi verdadera intención, y vertiendo el ajeno vino dentro de la carcaza –y voto a tal si no necesitara también algunas gotas desta santificada miel para celebrar la llegada de mi señor, por no decir algún cuenquillo, si es que no quedara tan poco en la redoma.

          -Eso no es problema –respondió de buen grado el notario –tanto, que en cierto pasadizo de las galerías que sostienen este bufete tengo yo repuesto suficiente para que holguemos ambos luego de mi esforzada travesía. Mas empero, porque no develes el secreto de su arcano reposo, haré yo mismo la embajada luego de trasegarme este bendito cuenco.

          Tomó el notario con más premura que cata el jerez y, regoldando de placer, encaminóse hacia las ocultas bodegas dando pasos como de simio o de ciertas aves nórdicas, a tanto llegaba el desarrollo de su almorranada dolencia. Quedéme otra vez solo en el recinto escritural, cuya majestad se imponía por sobre cualesquiera fiestas de libación, y habríame a los pocos minutos ya rendido al sueño de la espera, cuando una dulce moaxaca dejóse entrar del alféizar a los lienzos de las banderolas, captivando mi atención según era el interés la historia que allí se cantaba:



Menuda cinta aculada
lleva en la brida tu haca
la mesma q’aquella noche
robastes de la mi almohada
non fuyades.

Por estar mal maridada
e mi señor en campaña
vos entregué la redoma
de mi alcandara sagrada
non fuyades.

E luego de nueve lunas
en una torre encerrada
aquesta fija te diera
aquesta de trenzas gualdas
non fuyades.

Entreguéla a la Misión
para poder resguardalla
de los lazos del Amor
pero ahora está en tu haca
non fuyades.

Catorce veranos ha
ca vos fuistes de mi cama
e prometistes volver
con la mi cinta aculada
non fuyades.

Mentistes aquella vez
como no miento yo agora
piensas que encontraste a Amor
pero Amor cobró su ronda
non fuyades.

¿No veis en estos sus ojos
los ojos de quien te llora?
¿Y en el lazo de sus trenzas,
la cinta azul de mi alcoba?
non fuyades.

¿No veis su risa de miedo
igual que catorce años
cuando dexé que dentraras
sin señor y sin criados?
non fuyades.

¿Y las manos que te abracan
igual que yo te he abracado?
Amor habla por sus gestos
como esa noche en palacio
non fuyades.

E si aun no crees nada
mira en su pecho de nácar
tu nombre y el mío escritos
al dorso de la medalla
non fuyades.

Al convento de Alcalá
fuistes a buscar amada.
Por una mala priora
nuestra fija está en tu haca
non fuyades.

Non fuyades, como el necio
que fuye de la verdad.
Así murió mi marido,
también así morirás
non fuyades.

Y tú, niña, ya no llores,
que lágrimas sólo son
monedas con que se paga
lo que no paga el Amor
non fuyades.

Baja de esa haca, niña,
e ven que te haré bordar
un prendedor que te pongas
cuando quieras maridar
non fuyades.

Tú vete agora, e no tomes
la cinta azul de mi ajuar
que se la lleve tu haca
tú no tienes qué llevar
non fuyades.

E si otra noche de guardas
te entregas a la passion
acordando ca eres hombre
responde a tu condicion
e non fuyades.



          Eran tantos los sollozos y lamentos que de mi estrujado corazón se escapaban por el pesar y donaire de la cantiga, que resolví corresponder a la desgracia de la que, más dueña que doncella, así plañía; y de uno de los cajones tomé hasta seis o ocho doblas para arrojárselas a la desventurada, quien, lejos de agradecer mi liberalidad, de improviso tomóme de la saya pasando su fornido brazo por entre las hojas de la ventana y, con repentina voz de infiel, espetóme:

          -Anda, el practicante, que sé que tu amo guarda más que estas menudencias, y así como luego luego te las essijo, así tan pronto te haré deshonrado si al fin no las entregases según lo que te ordeno y mando.

          En tanto estas almoniciones gritaba la zafia, recorría su navajilla de capeo las zonas más preciadas de mi robusta anatomía, y de aquello colegí sin ninguna cortapisa que mis cojones serían el San Martín de su indebida demanda, de no acceder yo al ojeto de su pretensión. Asaz melancólico por el tenor de la hestoria canturreada, aunque malhumorado por su estraordinario colofón y consecuencia, resolví aína honrar el presuroso pedido, que más lo era por mi próxima sangría que por las urgencias de la desposeída dueña.

          Mas fue también providencia que, en tanto la malpagada desimulaba la espera de acuerdo con cierto moreno que, caballero de un rocín gitano, aguardaba el momento de la entrega para huir a tierras de gentiles, apareciese mi amo el notario, estenuado por las idas y venidas dentre las soterradas escaleras y por el dolor de las almorranas, que parescía haberse multiplicado junto con el su tamaño y cantidad, tanto era el ostáculo del colegiado para caminar, pues no bastaba la cautela de sus estremidades porque no viniesse el dolor donde no se lo esperase, ni la fuerza de sus uñas para rasguñar y despedazar las paredes del despacho, así de estraviada se hallaba su compostura y equelibrio.

          -No te preocupes, hijo –exclamó, preso de las punzadas y anunciado de las faciones de mi terror, que lo era por muy otros motivos- todo esfuerzo es poco para solventar esta alquimia, tanto, que el sambenito que me han deparado mis más resguardadas partes poco aun ha de servir para dar en pago por tan efímera y dulce fortuna.

          -Así también lo asumo yo por cierto, y de seguro tengo para mí que al buen pagador no le duelen prendas ni doblas de menos –repetí y sentencié mientras la dueña atravesaba corriendo la calle de la notaría, haciendo un gesto moro que entendí de resolución y venganza, antes de saltar sobre el descastado palafrén y desandar con holgura el mal camino que hasta aquí la había conducido-.

          -Vamos, que no entiendo lo que dices, pero me urge un baño de malvas y media redoma, que la otra media es tuya por los trabajos de la friega que en desesperación y martirio te encomiendo, además de las seis o ocho doblas que un cajón de mi escritorio hallarás para ti dispuestas.

          -Que me place, don Antonio –dije inclinando la cerviz y paladeando de antemano el ajerezado reconocimiento, que no las doblas, que ya las había perdido con la falsa malmaridada, aunque desto, por lo que se contó, nada podía decir a mi señor.

          -Así, hijo, así –congraciaba el notario mis repasadas humedecidas de bálsamo por donde la humanidad se le descalabraba, a tiempo que se echaba pequeños sorbos de jereje dentro de la cavernosa boca, entrecerrando los ojos, como había visto en mis años gallardos en ciertos folletines prohibidos que entre los mozuelos de peor vivir circulaban; mas era tal mi alivio y congratulación por la suerte de no haber sido capado, por el desestimiento de la dueña y la legal suerte de las doblas, que el decúbito de don Antonio y el converso gozo de donde dolor había poco me importaban; y habría acabado con toda perfección mi tarea si una copla de una mi abuela gaditana no se hubiesse enseñoreado repentinamente de mi cincuentada memoria, que con la emoción del recuerdo he oído decir que se tensan los músculos y tiemblan, y así temblé de tal manera que la venturosa friega se transformó para mi amo en tormento y el tormento en desmayo, el desmayo en recompensa y la recompensa en salvamento de mi condena y el trasegar de la redoma entera, que entre nieblas de Dionisio parecíame dictar la anunciada estancia como si mi abuela mesma, que no el licorado embotamiento, fuesse de cuerpo entero y presencia:


                                        Non vos apïadases de antemano
                                        ni gratis data del dolor ajeno
                                        pues mejor que pagar lo que non vemos
                                        pagarse es de contado y propia mano.



Que es la enseñanza desta ya contada historia.

Vale

martes, 23 de diciembre de 2008

LÁSTIMA QUE NO LO PUEDA COMPARTIR



          Uno de los mejores sketches de Carlos Balá (gracias a Dios, más Balá que Carlos), era el del niño que hacía bromas por teléfono. Por ejemplo, llamaba a una verdulería y preguntaba: “Señor, ¿tiene lechuga fresca?... ¡Entonces abríguela, porque se le va a resfriar!” Entonces cortaba y se reía así: “Sasása sasasasása sasása”.

          Entre las risas, se lamentaba de un modo genial: “Lástima que no lo pueda compartir”. Para el personaje, la broma ingenua e impune configuraba una situación ideal, excepto por el detalle de que no había con quién reírse.

          Esa invitación a la alegría antes que a la di-versión es el fogón y el resumen de todas mis esperanzas. Es cierto que no hay nada intrínsecamente malo en reírse solo, pero la historia, las costumbres, han dotado con cierta razón a este esplendor privado de alguna brisa de cuestionamiento ético (el que se ríe solo, de sus travesuras se acuerda). La risa social, en cambio, importa el regocijo de la aceptación del Otro, el intercambio de felicidades acorraladas que dimanan de la sola dimensión personal en busca de una Humanidad posible. En suma, la compresencia de Ortega y Gasset: ya percibida su interioridad, el hombre trasciende hacia el Otro, a quien capta del mismo modo, y asume la realidad dichosa de ser contemplado por él. A partir de allí, superada toda singularidad, el ser irradia hacia quien confirma su existencia, y entre compresentes se construye el camino virtuoso de la vida.

          En estas alturas del año, alturas de colina desértica, lamentamos la sobreabundancia de esplendores sólo individuales, el nadie donde debiera haber el o el todos.

          Por eso, a pesar de las parvas de tarjetas de salutación, de los votos colectivos de prosperidad en estándar y hasta de la aparición de los humildes servidores recaudadores de propinas, resurge como una verdad incontestable, inmune a la apatía y a la individualidad colectiva, la letra del talentoso adagio: Lástima que no lo pueda compartir.

domingo, 21 de diciembre de 2008

EL DATO (XV)




  • Cuando un integrante de la clase media detenta una dosis cualquiera de poder, lo ejerce despóticamente.

  • En esa instancia, considera lícito su accionar en razón de haber superado el "pago" de un pretendido "derecho de piso"; una especie de conjunto de experiencias previas de sometimiento que lo habilitan a su vez a someter activamente al prójimo que voluntariamente se coloca de alguna manera bajo su dependencia.

  • De este modo, encuentra algún resquicio de justificación de actitudes palmariamente alejadas de la ética más elemental; y a la vez, alienta la construcción de otra ética, afín al comportamiento "natural" del hombre de la calle, y a la que asigna finalmente más valor que a cualquier metafísica de las costumbres.

miércoles, 17 de diciembre de 2008

EMPTY ROOMS



          Decidí dejar todo, todo. Nadie dijo mucho. Alguien se encargó apáticamente de vender el departamento mientras me asentaba en el campo, en un cuarto alquilado, a sabiendas de todos, que permanecieron en silencio. Sólo dos o tres personas hablaron explícitamente, no te vayas, pero yo tenía tanta angustia que ni siquiera podía argumentar.

          El día anterior a la escrituración la pasé con un enorme monstruo de provincia. Llegamos a la mañana luego de un raid automovilístico que me reprochó lento y rutinario: el monstruo quería ver rápido el casino flotante y luego de seis horas de viaje abrió el tercer paquete de cigarrillos y quiso conocer Palermo, ver porteñas. Lo solté como a un perro en la puerta de casa: visitó el bingo de Flores, se metió en un prostíbulo para acostarse con dos mujeres por treinta pesos y a las diez de la mañana se quedó con veinticinco centavos. Como un perro también encontró la casa entre los edificios que nunca había visto, sin dormir.

          A la tarde repasé las aristas de la casa que había elegido abandonar, desprovista de muebles, porque meses antes había encajado todo lo que tenía en un camión de cereales sucio, que conducían un campesino y su hijo: regresaban "vacíos" y aprovecharon la changa. Leí por última vez los papeles que había acumulado por décadas, las anotaciones de facultad, los ensayos de literatura de barrio; destruí las fotos, las dedicatorias fenecidas. No esperaba ningún llamado, tampoco podía llorar.

          Cenamos en un tenedor libre, el monstruo quería conocer cómo era un tenedor libre. No había dormido en dos días y comió tanto que apenas llegó a casa se tendió sobre unos cartones –pues tampoco había camas- y se desmayó hasta el día siguiente, en que graciosamente desempeñaría su oficio.

          En la casa no había nada. Yo también estaba tendido en el piso. Desposeído como un judío, me importaba trágicamente abandonar a otros las vetas de las paredes, las molduras de los techos, los rayones de la madera. Mi casa estaba desnuda y yo igual de vacío e incoloro. Los cuartos se abrían a la oscuridad de la última noche, los mismos ruidos, una pasividad de mole ya afecta a los vericuetos notariales y a las cuentas del administrador. La casa me daba la espalda desnuda, espalda contra espalda en el piso que no había caminado ninguna mujer, ningún niño, ningún perro, mi casa ofrecida y apartada, mi casa símbolo del destino de negación del Otro, invulnerable al afecto.

          Me preguntaba qué hubiera sido si, las lecturas alternativas de la historia –que no existen, como me reprochaban- en tanto la oscuridad reventaba los cuartos ajenos, las ventanas que vendrían otros a querer, mi casa que no era más mi casa y el precio de mi soledad custodiado por el monstruo, el monstruo guardaespaldas, el extranjero enorme como la casa impropia, un cíclope de provincia que de buenas a primeras comenzó a roncar como un motor desajustado luego de dos días de pasearse igual que un animal entre los edificios, los autos, las loterías, las putas y los cafés obreros, tumbado ahora sobre cartones de toldería y entonces no sé de dónde me brotó una gratitud de hijo desconsolado que ahora sí me distendía el llanto frente a nadie, temeroso de desaparecer como la noche, la casa y mi vida, custodiada por el monstruo, hecha monstruo, entregada al monstruo que deparaba ronquidos tan sólidos que me prodigaban un inesperado estado de extraña protección, y era esa contención elemental lo que me hacía llorar, y entre las lágrimas y el reconocimiento me aterrorizaba que esos bramidos se detuvieran, que desapareciera el monstruo, que se hundiera en los cartones y me dejara otra vez solo, porque nada más tenía yo esos rugidos enormes, temibles y deseados que eran como las cobijas que faltaban, y él era un perro gigante y yo siempre había sido un hombre desnudo en una casa vacía.

lunes, 15 de diciembre de 2008

NUNCA ES SUFICIENTE



          A ver: más allá de que la Academia es lo mejor que hay, pienso que el Paz Martínez es un dotado; quizás sea el mejor compositor popular.

          Pero Valeria, ¡Dios mío! Valeria, pedime lo que quieras, adulta, vieja, gorda, ruluda, Valeria, y a veces gritás tanto..., amor, tanto... Cómo podés cantar tan hermoso esta canción tan difícil.

          Soy tuyo, si cabe la expresión.

jueves, 11 de diciembre de 2008

COSAS DE LA VIDA



          La lógica impura del intercambio comercial me ha deparado esta fea relación de valores:

Arreglo dentario con parafernalia de consultorio (incluye charla acerca de los diversos modos de olvidar el dolor y de prevenir el cáncer de cavidad bucal):.............$50

Manguera c/pico p/regar en ferretería c/muchacha descuidada q/no le importaba el cliente:...........$37,50

          Ahí nomás recordé que en la película Mi Tío (Jacques Tati, 1958) el padre del protagonista tenía una fábrica de mangueras y era millonario.

miércoles, 10 de diciembre de 2008

FILOSOFÍA GEOLÓGICA


          En el Polo Norte y en el Polo Sur son todas las horas a la vez.

          ¿Qué tiempo real viviría un insecto suspendido sobre alguno de esos puntos?

          ¿Qué tiempo real viviría un insecto suspendido 100.000.000 de años luz sobre un Polo?

          ¿Qué noción de edad habría que aplicar para determinar la de alguien nacido en el Polo Sur? (¿A qué hora de qué día nació? ¿Pudo haber nacido cinco o diez horas después, en el mismo instante? ¿Pudo haber nacido ese día y un día después? ¿Por qué no pudo haber nacido todos los días a la vez?).

          ¿Cuándo termina el día en los polos? ¿Ya?

domingo, 7 de diciembre de 2008

RESIDUOS PATOGÉNICOS



          Recostado en un sillón, como corresponde a un vago de mierda, impulso disquisiciones sobre cuestiones a las que sólo yo encuentro gusto y trascendencia frente a mi padre, quien, vestido con harapos, hace trabajos de albañilería en el baño de una casa que él ha construido desde los cimientos. No le interesa nada de lo que digo. Trabaja seriamente, pensando que soy un inútil. Lo acompaña un tío dueño de un despacho de comercio exterior, que ha sido entrevistado por una asociación de profesionales. Hablo con él, tío, leí la nota. Intento explicarle que los que transcribieron el reportaje cometieron algún error de organización del espacio o de diseño de la presentación. De malas maneras, mientras se decide a sumarse a las tareas que realiza mi padre, contesta: "¿en qué te parece que está mal?" Inmediatamente adopta iguales harapos y comienza a ayudarlo, por ejemplo midiendo la altura desde el piso hasta un punto de la pared contigua a la puerta del baño.

          Alcanzo entonces plena conciencia acerca de que mi padre me ha despreciado desde que nací, y de que conocía esa realidad aun antes de haber comenzado a soñar.

          Despierto por el sonido de un teléfono, que atiendo con temor. Mientras hablo, supongo que la recreación mental que no me ha permitido descansar tiene relación con el hecho de que he pasado toda la noche redactando escritos para una abogada amiga, y que mi padre me ha conferido el mandato de fracasar en cualquier cosa que emprenda, pues ninguno de mis productos alcanza el valor de reparar el baño de una casa.

miércoles, 3 de diciembre de 2008

PROPUESTA INMADURA

Regalar Brasil a los marcianos.







Nota relacionada: De Polifemos

Aviso al público: Ya vienen los post. Nota relacionada: Manifestación Confesoria

lunes, 1 de diciembre de 2008

MANIFESTACIÓN CONFESORIA

          El autor de este blog reconoce adolecer de una dolencia recurrente, cual es la oclusión periódica de la facultad de expresarse.

          Durante estos días ha sufrido una recidiva. La anterior fue en el mes de abril de este año, con sólo tres posteos.

          No obstante ello, el autor desea manifestar que persiste su aprensión a las costumbres y tendencias de la clase media porteña, y su desprecio a muchos de los comportamientos observables en general en los seres humanos.

          A pesar de sus silencios, el autor sigue creyendo firmemente que la culpa es del Otro.