Todo esfuerzo humano es objetivamente vano, a excepción de que sea aplicado a un fin.
A su vez, todo fin humanamente proyectado es ilusorio, porque siendo una la naturaleza de los entes, su aplicación a fines diversos y aun opuestos importa la negación de un fin inmanente a cada una de las cosas; y ello así por aplicación del principio del tercero excluido.
Entonces, también cuando el esfuerzo sea aplicado a un fin, será también objetivamente vano.
Sin embargo, nada obsta a que en el mundo de la mecanicidad las cosas sucedan, y en eso, quizás, radique nuestra libertad, limitada a hacer suceder, sin ninguna trascendencia.
Pero claro, todo esto lo digo yo, que no soy nadie.
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