jueves, 18 de septiembre de 2008

DIADEMAS DEL HABLA VULGAR




          El diario Clarín, en su edición digital de hoy, nos regala este párrafo más propio de dos comadronas de vereda que del periódico de mayor difusión en Latinoamérica, según quiere la empresa. El opúsculo, que narra la desaparición de un niño en 1991 y el hallazgo de su cadáver precisamente ayer, puede ser consultado aquí y contiene en pocas líneas una multitud de construcciones "socio-léxicas" a las que apela el matutino para "acercarse a la gente". Valga de ejemplo y muestra este dañoso párrafo, y el análisis que le sigue:


"Mientras las mujeres charlaban y la chiquita tomaba la teta, Ale jugaba afuera. A las 5 de la tarde comenzó la tormenta. Entonces Rosa le pidió a una sobrina que le llevara una remera y un buzo al nene pero ya no lo encontraron. 'Pregunté en la casa de mi suegra pero tampoco estaba', recuerda la mujer. Y allí empezó su calvario".


  •           Mientras las mujeres charlaban y la chiquita tomaba la teta: Se presenta aquí la relación temporal del suceso, el "cuándo" de las crónicas periodísticas. Pero ese "cuándo" viene teñido de menciones asequibles al lector que, ya que lee, quiere "leer fácil". Las mujeres charlan, es lo único que saben hacer, así el chico se le tiene que escapar. Por otra parte, está "tomar la teta", expresión que ha sustituido a "dar el pecho" o cualquier otra relativa al hecho de mamar. "Tomar la teta" se entiende a la primera pasada, porque, además, todas las funciones relacionadas con la maternidad han adquirido difusión y valor místico, y así escuchamos sin ninguna vergüenza de los parlantes estropajos tales como "parir", "sacarme la leche", "pezonera" y "se cagó". Será Ud. empleada, nos entregará toda la plusvalía que es capaz de generar durante cuarenta y cinco años, tomará préstamos bancarios que nosotros le prestemos, sujetará su voluntad a la nuestra, pero será Ud. madre y ahí sí, aunque su niño se llame como todos los demás, ahí sí se elevará por sobre el resto de los mortales, incluso sobre sus compañeros de oficina, maravillosamente.


  •           Ale jugaba afuera: El niño se llamaba Víctor Alejandro, pero era necesario inducir familiaridad y complicidad gramatical con el lector, para quien menciones tales como "el menor" (propia del acta policial y de las antiguas crónicas) o "la víctima" requieren su sacrificio a favor de las eximentes que otorga el habla corriente, junto con la delgada cosmovisión de la que es tributaria. "Ale", además, "jugaba" -pues respondía arquetípicamente a la imagen del niño que vemos todos los días-, y no sólo "jugaba", sino que, además, "jugaba afuera". Rápidamente entendemos la referencia de lugar (el "dónde"): un reducto sin techo, o tal vez fuera de la casa. Existe una muy estrecha relación entre este "afuera" y el de "andate a jugar afuera" de los retos cotidianos.


  •           A las 5 de la tarde: Una hora común, en la que todos están despiertos, mucho más durante el mate en Córdoba (donde transcurre la tragedia). Las desgracias suceden cuando uno menos se las espera, por ejemplo a las cinco de la tarde. Reemplazo de adjetivo cardinal por un número, que facilita la lectura y la asimila en cierto modo a los carteles de los supermercados.


  •           comenzó la tormenta: Agradecemos que el cronista no haya escogido, como mejor convenía a la medianía de los compradores de Clarín, alguna locución del tipo "se largó a llover". Tal vez esta elección se deba a que en el ámbito de una "tormenta", como en las películas de terror, se auguran las peores consecuencias. La relación de causalidad se altera entonces sensiblemente, y así como en Buenos Aires los días de lluvia los conductores realizan maniobras inesperadas (como olvidarse de aplicar los frenos, violar los semáforos o circular contramano), también en Córdoba la sola y temible "tormenta" meteorológica, originada a cientos de metros de la superficie, es capaz de prodigar tenebrosamente la desaparición de un niño durante diecisiete años, por el solo hecho de estar jugando afuera mientras las mujeres charlan o dan la teta.


  •           Entonces Rosa: El nombre viene de perillas para ensamblar arquetípicamente el hecho luctuoso. Su protagonista es Doña Rosa, mujer "común" a la que hay que hablarle fácil y a la que le son imputables las negligencias más imprudentes, aunque también se alegre con poco. Si le pasó a Doña Rosa ¡me puede pasar a mí también! Nadie está exento, salvo muy pocos casos.


  •           le pidió a una sobrina que le llevara (...) al nene: Repeticiones del objeto indirecto propias del habla corriente. "Le" pidió a una sobrina que "le" llevara un buzo al nene. Para decirlo rápidamente, la clase media requiere permanentemente refuerzos y reiteraciones de lo que se viene diciendo, pues de otro modo "pierde el hilo ", es decir, no se da cuenta de lo que le están transmitiendo. La referencia a la sobrina acentúa, además, el orden familiar en que se da el siniestro, y es también nudo de facilitación de la comprensión: cualquier otra Rosa podría comentar este suceso utilizando las mismas palabras que el diario, y el comentario queda así legitimado en forma irreversible, o muy difícilmente reversible (requeriría una generación completa de educación primaria desempeñada por maestros críticos del sistema, todo lo cual, en las condiciones actuales, es impensable). Por lo demás, "nene" es muy intra-familiar, se entiende sin ningún esfuerzo.


  •           que le llevara una remera y un buzo al nene: Más menciones de objetos que todos tenemos al alcance de la mano, para continuar tildando el carácter cotidiano del hecho. Sin embargo, ¿por qué alcanzar al niño una "remera" y un "buzo" bajo la tormenta? ¿Rosa la negligente, en vez de "entrar" al niño que estaba "afuera" ordenó vestirlo, para que continuara expuesto al temporal, esta vez con una "remera" y un "buzo"? La cuestión encuentra solución única en la intención de familiarizar la tragedia ya citada: ¿quién no se ha puesto una remera y un buzo? ¿Quién no ha abrigado a sus hijos al caer un aguacero, pero entrándolos? Doña Rosa, ama de la dejadez, ha condenado a su niño, cuando resultaba tan fácil evitarlo. Lo tendrá merecido.


  •           pero ya no lo encontraron: ¿Quiénes? El sujeto de la oración es "Rosa". No obstante, el desorden sintáctico escrito sigue a aquel del que adolece el habla corriente, y así entendemos sin mayores esfuerzos que las personas que no encontraron al niño son "Rosa" y "una sobrina". Tampoco es improbable asistir diariamente a locuciones caóticas como ésta: resulta que fui con Luciana a ver qué pasaba con la boleta que me querían cobrar lo que no era, y ahí después que armamos un escándalo me dicen que no, que teníamos que pagar porque esa era la ventanilla de pagar y que si no pago igual me cortan el servicio, por más que esté todo pago.


  •           "Pregunté en la casa de mi suegra pero tampoco estaba": ¿Quién? ¿El niño abducido por la tormenta o la suegra? Sin embargo, comprendemos rápidamente: el niño. Porque "preguntar en la casa de mi suegra" es preguntar a la suegra, que tácitamente vive en una casa diferente. La frase "pero tampoco estaba" acentúa la contrariedad trágica, de forma similar a cuando se comenta "le pregunté a otro tipo que pasaba pero tampoco sabía dónde quedaba".


  •           recuerda la mujer: Pareciera que indudablemente es Rosa, y no la sobrina, pues a ésta con anterioridad se la consignó como "una sobrina", una de tantas, una cualquiera, una que no tiene más participación en esta historia. La que cruza el agón en este episodio es Rosa, indudablemente, "la mujer", "la mujer a la que le pasó eso".


  •           Y allí empezó su calvario: ¿Adónde? En ningún lado: "allí", adverbio de lugar, adquiere en la crónica valor temporal. "Allí" significa ahora "en ese momento". Tanto hubiese valido escribir "allá empezó su calvario", "acá empezó su calvario", "desde ahí", "a partir de ahí" o cualquiera otra expresión locativa. Finalmente, el calvario, hipérbole frecuentemente utilizada en el habla porteña y que lamentablemente acepta la Real Academia de Letras bajo la especie de "serie o sucesión de adversidades y pesadumbres". Qué agradable hubiese resultado leer "desde entonces todos los esfuerzos destinados a encontrar al niño perdido sólo culminaron en pesadumbres".


  •           Sé perfectamente, como dice el epígrafe de este espacio virtual, que son demasiado, que no se puede. Pero también enseñó Sarmiento desde el insuperable Facundo: "¿Acaso porque la empresa es ardua, es por eso absurda? ¿Acaso porque el mal principio triunfa, se le ha de abandonar resignadamente el terreno? ¡Qué! ¿Se quedan también las ideas entre los despojos de los combates?"


              Alguien leerá estas líneas y comprenderá que son lágrimas.

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