domingo, 1 de marzo de 2009

UNA TARDE EN LA PERFUMERÍA


          Buscábamos un perfume para agasajar a una amiga. Juntamos dinero entre quince personas, pues realmente la apreciábamos. Fuimos con la colecta a una perfumería muy paqueta enclavada en un mega-shopping de la ciudad, cuyos artículos sólo son comprados por exigentes de gran poder adquisitivo. Se dio el siguiente diálogo:

          -Qué tal. Queríamos saber si tienen el “Cool”.

          -Sí, claro, el “Uil” –dijo la empleada de la perfumería, un local comercial que bien podría utilizarse como habitación de hotel de categoría cuatro estrellas superior, como le gusta a la clase media bien asalariada. Creímos entonces que el perfume se llamaría en verdad “Uil”, pues la empleada nos afirmó familiar y enfáticamente el nombre, con esa suficiencia que otorga el uso de las jergas específicas de cualquier actividad. La clase media se siente a gusto adaptándose a jergas como la tribunalicia, la mercantil, la administrativa y otras.

          -A ver... –entonces nos mostró otro perfume distinto del que le habíamos pedido. –Mirá, querríamos ver el “Cool”.

          -No, tenemos solamente el “Uil” –y nos enseñó la caja. Claramente, en letras celestes sobre un fondo rojizo se leía:

RALPH
W I L D

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