sábado, 15 de marzo de 2008

PALIDA MORS


En el capítulo XXXIX del Quijote leemos la caída de centenares de soldados en la defensa de la Goleta de 1574, contada por un cautivo de los vencedores turcos presente en la venta. El capítulo XL comienza con un soneto de honra. No obstante se reprocha a Cervantes ser mejor narrador que poeta, su grave disposición frente a la muerte le inspiró este insuperable soneto en el que descuellan la tragedia, la carne carcomida por el filo, el heroísmo y etcétera:

Almas dichosas que del mortal velo
libres y esentas, por el bien que obrastes,
desde la baja tierra os levantastes
a lo más alto y lo mejor del cielo,

y, ardiendo en ira y en honroso celo,
de los cuerpos la fuerza ejercitastes,
que en propia y sangre ajena colorastes
el mar vecino y arenoso suelo:

primero que el valor faltó la vida
en los cansados brazos, que, muriendo,
con ser vencidos, llevan la vitoria;

y esta vuestra mortal, triste caída
entre el muro y el hierro, os va adquiriendo
fama que el mundo os da, y el cielo gloria.



De otro lado, Amleto Enrique Vergiati llora en Pinchó la muerte de un arrebatador de suburbio, de cuyo intrascendente “paso por el mundo” hacen carne sus propios adláteres:


Pinchó, se tomó el piro
quedó lo mismo igual
como si nunca hubiera sido.

Atrás quedaba mersada la misma vida,
la misma cosa,
y a él... tanto le daba.

Podía llover
y un vómito de cielo sacudir el árbol
empavurar un perro
amasijar una rosa
y que el miedo se persignara.

Pinchó. San Mongo debió esperarlo,
chicato como es,
el día de la zarpada.

Le batían El Flaco y era punga.
Cuando lo vieron después así,
de última, indiferente,
cuando ni hacía sombra
se dijeron: “de qué mierda valió
que la supiera lunga”.

De guacho se metió en el entrevero
la fue de cuarta con el Rengo Sola
se metió en el escruche, fue piquero,
rodó, pudo decir, más que una bola.

Siempre fue chorro, nunca fue otra cosa.
De cuando en cuando, alguna levantada,
tenía un recuerdo puro en la piojosa
de un burro fiador que dio mancada.

La muerte lo pungueó en el conventillo
quedó en el patio de crispada zurda.
Venía desde lejos el canto de los grillos
y entraba el tano Giacumin en curda.

¿Por dónde es que se va la vida
cuando viene y atraca la pelada?
Se irá, me bato,
por cien callejones de un hielo de negrura
flameando la guadaña
con su mano huesuda.

Hacía tiempo que se amasijaba.
Callado y solo, no parlaba a nadie,
ni la viola.
En la encordada antes cantaba cosas pa su madre.

Lo cierto es que pinchó, se tomó el piro,
quedó lo mismo igual, como si nunca hubiera sido.
Atrás quedaba mersada la misma vida, la misma cosa
y a él... tanto le daba.

Podía llover y un vómito de cielo sacudir el árbol
empavurar un perro
amasijar una rosa
y que el miedo se persignara.

Pinchó
se tomó el piro.

Y ahora, el panfleto: ¿cuál de los dos poemas dejaría huella en un clase media de manual? ¿Ninguno?

1 comentario:

Anónimo dijo...

seeeee..ninguno, seguramente amigo casandro...