viernes, 27 de junio de 2008

EL DATO (III)

  • Todos quienes pertenecen a una minoría reivindican seriamente la práctica de una razonable tolerancia, a fin de que la ideología o las costumbres que comulgan encuentren el mismo espacio de discusión y aceptación que las propugnadas por la mayoría.


  • El corriente fracaso de esta iniciativa conduce a un sector del grupo a una primera angustia, en virtud de que la desestimación general de aquellos principios que se consideran universales y moralmente irreductibles se cree motivada en el ejercicio del poder por parte de los intolerantes.


  • Tal circunstancia ocasiona mociones de autocrítica que, habida cuenta de que las bases ideológicas se entienden dogmáticamente intachables, recaen siempre sobre los medios de implementación de aquellas ideas-madre adquiridas. Quedan así evidenciadas notorias debilidades que, desde la fecha, se proscriben en virtud de la dignidad inmanente de la ideología o las prácticas sustentadas ahora bajo resistencia.


  • La inversa relación de significado entre los principios sostenidos por ambos bandos y la efectiva aplicación o ejercicio de los propuestos por la mayoría genera en la minoría la idea de opresión, dotada de efecto emotivo negativo; y su correlativa de lucha, de opuesta implicación emocional. De este modo, aparece abiertamente legitimada la lucha contra la opresión como sublimación del discurrir cotidiano entre la elección individual del bien y la práctica del mal.


  • Siendo evidente y claro que el mal es la negación del bien, y que en abstracto aquella lucha importa la negación de esa negación, toda forma de aniquilación implementada por quienes luchan se traduce imaginariamente en la afirmación del bien.


  • De este modo, la minoría que preconizaba la tolerancia como razón primera, última y necesaria acaba proclamando la intolerancia como medio esencial de aparición y permanencia en un escenario atestado de partidarios de la mayoría.


  • Este diametral trueque ideológico, asombrosamente, no es apreciado por quienes pertenecen a la minoría resistente y ahora combativa como un cambio radical en la orientación de los principios que estructuraron su existencia, sino como un refuerzo de la lucha por existir, y así los "milita-ntes" se ufanan con toda libertad de que su ideario no padece en absoluto de incoherencia intrínseca.

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