Así que cuando Dios me sonrió encaucé mis yoes, desangré y repudié mis yoes, ennegrecí mis yoes, ahorqué mis yoes entre los cables desprovistos y compré una chimenea al cielo, para morir en su sonrisa amordazada y provisoria como una arandela de chapa.
sábado, 21 de junio de 2008
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