
Así que cuando Dios me sonrió encaucé mis yoes, desangré y repudié mis yoes, ennegrecí mis yoes, ahorqué mis yoes entre los cables desprovistos y compré una chimenea al cielo, para morir en su sonrisa amordazada y provisoria como una arandela de chapa.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario