sábado, 4 de julio de 2009

EL DATO (XXIII)



  • En el cine y en el teatro los personajes comienzan corrientemente a hablar cuando el otro deja de hacerlo. Si uno “pisa” al otro, es para interrumpirlo y porque tal superposición se encuentra prevista en el guion, a fin de lograr algún efecto. Entonces, ese otro acata iocandi causa la interrupción.

  • Ello no sucede en la “vida real”: en lo cotidiano, quien desea decir algo no espera a que el interlocutor en uso de la palabra termine de expresarse: habla, aun más intensamente, por sobre sus palabras; y a veces el interrumpido continúa manifestando lo que venía diciendo, subiendo más el volumen de su voz, de modo que, por mera diferencia estentórea, quede sentado el criterio expresado y con él la dignidad de quien lo dice.

  • Tal arremetida y desprecio contra el discurso del hablante conforma una arista más de la pérdida de la concepción del Otro como prójimo.

  • La razón más clara que sostiene esta afirmación la da el hecho de que nadie hablaría por sobre sus mismas palabras; esto es, nadie se interrumpiría para prevalecer sobre sí mismo.

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