domingo, 5 de julio de 2009

CONCIENCIA DE UN FUNCIONARIO SOBRE EL SERVICIO DE JUSTICIA EN BUENOS AIRES

          Desde antes de Montesquieu sabemos que el hombre, cuya tendencia a la corrupción forma parte de su esencia, parece aumentar su degradación moral práctica a medida que detenta cargos de jerarquía funcional más altos. Por eso también parece necesario fracionar el poder del Estado en tres sectores de igual importancia institucional que, también, tengan la facultad de controlarse unos a otros.

          Cada "poder", además, cumple un servicio a la población sobre la cual ejerce sus atribuciones. Así, el Poder Ejecutivo vela por la observación de las leyes, que son creadas necesariamente por el Poder Legislativo como una actividad imperativa para la convivencia; a la vez, el Poder Judicial presta la articulación imprescindible entre los hombres y el ideal de Justicia. El Poder Judicial, quizás el estamento que concentra la mayor cantidad de intelectuales de la comunidad, proyecta la sabiduría de sus miembros, su templanza, mesura y percepción de lo digno a la edificación del Hombre en sentido pleno, a quien, ciego como debe ser y sin otro miramiento que la prosecución de aquel ideal que sin dudas algo tiene de sagrado, protege y salva de las aberraciones del poder y de los mortales.

          Aunque no parezca, todo esto viene a cuento de una peligrosa epidemia de gripe producida por un virus mutante y agravada por el invierno porteño. La enfermedad, que aparece como incontrolable ha llevado a las autoridades de la judicatura de Buenos Aires a adelantar el período de descanso de sus miembros, en principio prevista para la segunda quincena de julio, y ahora dispuesta por quince días a partir del 6.

          Hace unos días mantuve esta conversación con un funcionario del Poder Judicial de la Ciudad, cuyo sueldo es casi siete veces superior al de una persona que, en lugar de gozar como él de un descanso de un mes en verano y de dos semanas en invierno y de trabajar sólo de lunes a viernes, está obligada a cumplir una vez y media el horario del empleado público, a trabajar los sábados y a descansar sólo catorce días por año:

          -Adelantaron la feria.

          -Sí, pero yo no sé si eso está bien... -opinó el funcionario.

          -Bueno, por quince días la gente se queda en la casa, se alimenta bien, descansa, no se acumula gente en los tribunales... yo lo veo bien, quizás en ese lapso se disipe un poco la enfermedad.

          -No -replicó el gozante del empleo público -lo que yo creo es que van a tener que alargar la feria hasta fin de mes y no simplemente adelantarla. No habría que hacer nada en todo julio.

          -Pero, ¿vos creés que es tan grave la epidemia? ¿Será necesario realmente un mayor tiempo de cuarentena?

          -No, si no es por la gripe. Es por las otras complicaciones que trae el adelantamiento.

          -¿Qué complicaciones? Lo que no se hace ahora, se hará dentro de quince días. Son trámites, audiencias, no mucho más.

          -Es que está mal -explicó el beneficiario de renta pública -. ¿Vos sabés la cantidad de gente de acá que ya compró pasajes para irse la segunda quincena de julio? ¿Vos sabés la cantidad de reservas de hoteles que ya están tomadas desde hace uno, dos meses? Hay gente que ya planificó todo apenas terminó la feria de verano, ya pagó, ya todo. Tendrían que dejarse de hinchar y dar directamente todo el mes de feria y ya está...

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