lunes, 14 de septiembre de 2009

MÁSCARA DEL AMOR

          Después tuvo un hijo y enloqueció, pero esa tarde de patio encendido me sonrió y estaba tomando helado; me sonrió porque la miré y una espuma de vainilla se le quedó pegada en los dientes, se dio cuenta en seguida pero no pudo enterrar la vergüenza y también se sonrojó, pero manteniendo la sonrisa con el helado de vainilla ahora salvado por la lengua que se le volvía amarilla y viscosa, pará, pará reía a los chicotazos de barquillo y el helado no se le iba y me di cuenta de que me amaba, yo podía mirar los bordes de las columnas, las chicas entre las mesas que cumplían deseos pasajeros de café bar, las cuadrículas del cucurucho ajado por su mano común, pero miré su cabezotita yo qué sé por qué y sonrió con helado adentro y me di horrorosa cuenta de que se había enamorado.

          Muchos años después tuvo un hijo y enloqueció.

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