viernes, 1 de mayo de 2009

EL DATO (XXII)


  • En los distintos Poderes Judiciales esparcidos por el país (con jurisdicción nacional o provincial) los jueces no redactan las sentencias.

  • Los magistrados de todas las instancias, y aun los de la Corte Suprema de Justicia de la Nación, encomiendan la elaboración de todos los "proyectos" -tal como llaman a los borradores de las sentencias- a funcionarios y empleados a su cargo.

  • Si bien la mayoría de los funcionarios ha estudiado Derecho, muchos de los empleados no son abogados. La modalidad recurrente es que los empleados de menor rango trabajen la mayor parte de los expedientes.

  • La tarea del juez consiste sólo en revisar si los "proyectos" de resolución contienen un discurso más o menos coherente desarrollado en estilo forense, y si quien ha elaborado el borrador olvidó algún detalle de importancia que pudiera eventualmente conformar un antecedente cuya omisión pudiera ser considerada como un grueso error por algún abogado. De acuerdo con el volumen de tareas o su desidia (por ejemplo, en los tribunales colegiados), su misión puede consistir sólo en firmar las resoluciones, sin siquiera leerlas.

  • Libres de otra responsabilidad que no sea la de cumplir cabalmente una orden del superior, los empleados a cargo de decidir materialmente la solución de un conflicto -originado nada menos que en el quebrantamiento de la ley- proyectan su vocación y sus energías más al planeamiento de tiempos de descanso o a la especulación de usos de sus sueldos que a la satisfacción de un ideal de justicia.

  • Esta característica no es más que una de las que componen el ideal de quienes forman parte de este pilar del Estado republicano. Otra es la tendencia a programar hacia el final del año los "feriados largos" del año que entra; otra, la administración de sus cuarenta y cinco días anuales de vacaciones; otra, la exclusión de su sueldo de las reglas generales sobre impuestos y contribuciones; otra, la posibilidad de obtener incontables días de licencias pagos; otra, el desprecio por los abogados y por los ciudadanos que peticionan por carriles ajenos a los intrincados reglamentos que gobiernan el estamento; otra, la liviandad con la que perciben los grandes problemas sociales (por ejemplo, el de la inclusión de los pobres); otra, la satisfacción de necesidades superfluas; otra, la vocación por temas nimios y pasatistas; otra, la omisión de todo compromiso que no se relacione con sus seis o siete horas de prestación de tareas; otra, la ausencia de solidaridad entre compañeros de trabajo; otra, la propagación de rumores de toda índole; otra, la falta de oposición a cualquier actitud del superior -aunque derive en las más injustas situaciones-; otra, el ejercicio de una profunda obsecuencia; otra, el de la más egoísta individualidad.

5 comentarios:

Almita dijo...

Desde el otro lado del mostrador, le replico o coincido, a saber:
Punto 1: Fehaciente.
Punto 2: Fehaciente.
Punto 3: Fehaciente.
Punto 4: Fehaciente, con la salvedad que no se considera demérito alguno la faltas de ortografía, sintáxis o semántica.
Punto 5: Discutible. No todos los empleados obramos del mismo modo, o tenemos las mismas consideraciones. Debe tenerse en cuenta que uno debe cumplir una obligación delegada de funciones, donde a veces la bronca desatada por tal actitud, o por los ascensos indiscriminados, no generan la mejor predisposición.
Punto 6: En desacuerdo. Es indiscutible que la bronca que a Ud. le provoca que los empleados tengamos las prejuiciosas actitudes que supone, lo malpredispone; no obstante ello, debería tener en cuenta que la real causa no es que los empleados judiciales pongamos menor o mayor empeño en el cumplimiento de las labores encomendadas y las tareas delegadas, sino que los que deberían efectuarlas, no lo hagan. No me considero parte del colectivo que Ud. detalla con minuciosidad. Considero, por el contrario, que en un ámbito laboral de características casi monárquicas, de nepotismo y de desinterés total por la humanidad del empleado que se tiene a cargo, colaboro con mis conciudadanos cada vez que me resulta posible. Considero que doy a los letrados un trato considerablemente mejor al que me propinan, dado que yo los considero similares a mí, y ellos, la mayoría de las veces, me consideran un ser inferior -salvo que exista la necesidad de acelerar el trámite en letra de algún expediente, donde pretenden que mi trabajo será más adecuado y acelerado si me "obsequian" una docena de mediaslunas, las cuales rechazo de plano-.

Qué decirle, estimado. Leo siempre su blog, considero que algo le habrá sucedido puntualmente para sacar de sus interiores estas consideraciones.
Le sugiero no recorrer el pasillo de servicio del Colegio de Abogados de la Pcia. de Bs. As.- Podrá ver allí, todos los días a última hora, amontonadas botellas de champagne y restos de caterings diversos. Siempre que veo esos restos, pienso: alguien los ha pagado, no creo sean los letrados, sino los litigantes.
Atte. lo saluda con su más distinguida consideración,

Casandro dijo...

Amiga Almita, he recorrido su blog con la desazón de quien desea que el día no se le colme de trabajo y la esperanza de que llegue la noche para continuar disfrutando. Prometo volver a sus páginas, abandonadas en diciembre de 2008 para mal de quienes recién la descubren.
En cuanto a su comentario, estimo que será Vd. empleada o funcionaria judicial, y es por eso que discrepa con algunos puntos. Me parece bien tener "conciencia de clase", como pretende algún sector.
La imagen del "catering" y del champán me produce algún escozor en la historia. ¿No se asemeja a las bacanales romanas? Espero fervientemente que las instituciones abogadiles y judiciales no corran el mismo sino que las del Imperio, y haya que buscarlas dentro de algunas décadas entre los escombros olvidados por el invasor bárbaro.
Un muy fuerte abrazo y gracias por su comentario. No está Vd. sola, hay muchos vergonzosos que prefieren comentar por mail.

Almita dijo...

¿Dentro de algunas DECADAS? Cuánto optimismo el suyo!!!
La judicialización de los temas más banales nos demuestran que la caída ya comenzó, que la corporación jurídica está entregada a un absoluto desentendimiento de la realidad.
Mientras temas que realmente ameritarían ser judicializados (sin ir más lejos, el cumplimiento de los artículos 14 y 14 bis de nuestra Constitución) quedan en el más absoluto de los olvidos, aumentan los litigios por banalidades, o cuestiones que no necesitan una resolución de vía judicial.
Saludos

Casandro dijo...

Obviamente, pero entienda también que la profesión del abogado (que, en la práctica argentina, entiendo denigrada por los propios colegiados) requiere de permanentes fuentes de ingreso, y que éstas se buscan en la iniciación de conflictos formales.
Un "requerido" que ha recibido una cédula judicial es más proclive a pagar que aquel al que sólo se ha apremiado por teléfono o por simple carta documento.
Más allá de eso, está muy claro que el grueso de la Humanidad persigue torpemente la satisfacción de sus intereses personales más inmediatos; y así como Vd. indudablemente es testigo de voraces deseos de ascensos, retroactivos, repartos de tasas y otras dádivas que lejos están del esfuerzo o del merecimiento -en la enorme mayoría de los casos-, así como también de construcción de túneles subterráneos, lobbys a espaldas de los compañeros de trabajo, obsecuencias ingeniosas y charlas o adulaciones interesadas, así también los abogados abrevan de las instituciones a fin de obtener de éstas aunque más no sea tres o cuatro cifras que alimenten su patrimonio.

Pero preocúpese Vd. más: si imperara la razón, si existiera la reflexión moral antes de la acción, si -como enseñó el maestro Nino- a cada precepto suyaciera un valor universal, su trabajo sería enteramente inútil, y quizás la sociedad gozaría mucho más su vocación filosófica que su actual manipuleo de expedientes.
Un saludo cordial.

Casandro dijo...

Fe de erratas: donde involuntariamente dice "suyaciera" debe decir "subyaciera".